13. Rutina

Publicado el 14 enero 2013 por Enferme @kikerufian
Todo al final tiende a la rutina, y estos meses previos al viaje no iban a ser menos. Aunque hubiera viajes de por medio, los días se parecían mucho unos con otros. Supuestamente este tiempo de tránsito por Granada no debería durar mucho, así que de momento me conformaba ya que la rutina, y más si es aburrida, no va mucho conmigo, no soy persona que se esté muy quieto.
La rutina empezó a consolidarse a primeros de Mayo, después de aquel viaje a Tenerife. El curso estaba llegando a su etapa final, y había que apretar un poco más, si cabe. Eran unos días en que poco tiempo quedaba para hacer algo más, a veces por cansancio, otras por tiempo. La verdad es que había días que terminaba agotado y maldiciendo aquel nuevo idioma; os puedo asegurar que ocho horas diarias de noruego pueden acabar con el más fuerte. Las mañanas se pasaban algo más rápido, sin quererlo te distraías un poco de clase porque la mente necesitaba recuperar algunas neuronas para seguir, el problema eran las tardes. Las tardes las dividíamos en dar la materia del libro que tocaba en forma de ejrcicios de escuchas y otras prácticas, y el resto en hablar. A veces esas conversaciones se hacían algo pesadas por el cansancio acumulado, pero debo confesar que algunas fueron prácticas.

Como digo, poco tiempo quedaba para hacer grandes cosas al terminar la clase. A veces tan sólo salía por despejarme y desembotarme la cabeza. Entre tanto, echaba muchísimo de menos a Nuria, ahora que sabía que tardaría en verla algo más de lo que estaba acostumbrado. Solamente el Skype era el que permitía vernos, nos daba la oportunidad de mirarnos por aquella ventanita, que a veces vale más que mil conversaciones por teléfono. Debo confesar, de paso, que no soy muy expresivo a la hora de hablar por teléfono ni de "wasapear", y me tocaba la moral que tuviera que hablar con Nuri por ahí, pero no quedaba otra. Muchas de las conversaciones que teníamos por las noches, acababan en lo poco que nos quedaba para viajar y todo lo que nos quedaba por vivir, y eso era lo que mantenía la ilusión y el esfuerzo que ponía cada día.

Pero bueno, pronto llegaría otro viaje (os lo dije, no puedo parar quieto), esta vez a Asturias. Fue un viaje un poco raro, por las limitaciones económicas y el poco tiempo del que disponíamos. Ésto no importaba, pues solo poder estar con Nuri era todo lo que necesitaba, su apoyo, mi apoyo, el nuestro, era muy importante para que todo siguiera bien. 

Estar allí me sirvió precisamente para salir de esa rutina que, poco a poco minaba mi cabeza sin darme cuenta. Toda la presión, ilusión y nervios pesan, y hace falta quitar algo de peso en vez de forzar más la máquina. Tengo que confesar que en territorio astur me sentí y me siento muy arropado, gracias a la familia de Nuri y a sus amigos. Todo y todos hicieron que fuese como un soplo de aire fresco y siguiera cogiendo carrerilla hacia esa recta final.

Nuestros días allí eran básicamente hacer cosas juntos en función de la carga de trabajo del noruego, no podía ni siquiera plantearme que sería un viaje en el que haría un poco de turismo. Pero a pesar de esto hicimos varias salidas juntos donde lo pasábamos genial, donde visitas a sitios cercanos o tomarnos una sidra, se convertía en el premio por el esfuerzo diario. 

Lo que si nos dió tiempo fue a hacer una escapada alejados del mundo. Nuri me preparó una sorpresa, reservando en un pequeño hotel rural en un sitio llamado Monón, fuera del mundanal ruido. Sin cobertura y los dos solos, solamente teníamos que pasear y degustar las exquisiteces que allí comimos, y olvidarnos por un fin de semana de todo, absolutamente de todo. Eso si que fue recargar las pilas, desaparecer del mundo y centrarnos en nosotros sin pensar en nada más.

Todo llega a su fin, y aquellos días también. La verdad es que ya estaba llendo todo muy deprisa y se notaba bastante. Llegué a Granada sabiendo que me metería de nuevo en esa rutina, pero que los míos estarían ahí para arroparme como nadie. Los tenía que aprovechar ya que luego, y según mi experiencia, los echaría mucho de menos. Tenía que exprimirlos. 

Ahora que de nuevo se instauraba la rutina, ésta debía ser rota otra vez más. Ésta vez le tocaría el turno a Nuri, quien viajaría a Granada coincidiendo con una de sus fiestas grandes, El Corpus. Pero eso mejor lo cuento en la próxima...