Revista Literatura
Abro demasiado los ojos, en un inconsciente gesto para que mis retinas absorban todo el celeste posible. Y recorro todas las direcciones que me permite el gran ventanal; ni rastro absoluto de una brizna de nubes por ninguna parte. Es más que evidente el cambio en la proyección de la luz con el solsticio de verano, un cambio que trae esa necesidad jugosa de aire y playa y bucear bajo el agua, tanto sol, un par de días anteriores tanta protesta de tengo frío.
El frío es porque el hoy que invita a día de playa tiene que hacerse con 18º C. Al sur, en mi antigua tierra, en este momento son 28º C. No sé en qué parte, porque es generalizado en todo el cuerpo, pero cada célula del cuerpo me recuerda que es verano y hace arena, por eso aparece la incongruente sensación de frío extremo con 10 grados perdidos, aunque el sol pique igual. A los rayos UVA les importa un bledo la latitud en que estés.
Pero sol. Y la mezcla con un domingo ancestral, como hace meses que no, esos domingos de menos descanso que nunca por tener un día completo para sentarse a escribir cosas para el blog o para lo que sea. Hace demasiado tiempo, por los exámenes, que no frenaba un domingo. Y julio. Namber zri. El 133 cumpleaños de Kafka.
Me quedo absorta mirando al infinito, aunque en medio esté la pantalla del ordenador. En ese infinito, la sorpresa porque en 2013, misma fecha, estaba en la misma posición que hoy: el procesador de textos abierto y un libro vomitándose (corrigiendo ahora). La diferencia son 7 (más 2) y reflexiono si eso me impide avanzar más rápido, mucho más rápido. En 2013 escribía de manera egoísta y presa de la furia, la misma furia con la que todo me importaba tres cojones y pa'lante. Ahora el impulso es el mismo, incluso el mismo acumulo de furia, mismo egoísmo para contar lo que es verdad (Soledad, Resentimiento y la explicación de por qué en mayúsculas abren la introducción del nuevo libro) pero me arrugo como se me agarbanzan bajo el mar los dedos de mis manos, porque ahora (hoy) ya hay 7 (más 2) que esperan ese libro. La vergüenza porque siguen esperando y me he retrasado de forma tan chapucera. Una cifra ridícula, lo sé, cuando hasta en una editorial microscópica la tirada mínima ronda los 300 ejemplares. Pero qué.
Ayer sentí esa furia convertida en latigazos por todo el muslo. Por fin un día de sol, un día normal de julio. Y otro día de esfuerzos inútiles. Es tan reducido el horario de trabajo que no tiene sentido ni pedir una baja; he aprendido dónde está el tendón contramedial lateral de la rodilla, que molesta un poco con su tendinitis muy leve por un giro forzado, no lo suficiente como para estar coja. Durante estos dos días tampoco sabía si reír o enfurecerme más aún, cuando un mensaje chivato por el móvil me informaba del cese de mi contrato, sin aviso previo. Oficinistas que confunden un 30/06 con un 30/07 y te dan un susto.
Por la ventana abierta se cuela un "cumpleaños feliz" para una tal Laura cuando escribo estas líneas. Los domingos suelen reunirse en el bar de mi calle, el de las frases filosóficas/existenciales/juegos de palabras que ponen en la pizarra. No sé cuál tocará hoy. Lo veo en un rato, cuando salga a que el aire y el salitre me despejen un poco la espesura.