Revista Talentos

13/365 Veinticinco

Publicado el 26 mayo 2014 por Marikaheiki

He vivido entre la música una noche de viernes y un día sábado completo. He cumplido veinticinco años mientras los acordes marcaban la pauta y no el reloj. Amo comenzar un nuevo año: ni soy más sabia ni soy más vieja, en realidad es algo así como un renacimiento; como un lunes o como un cuaderno en blanco.

Pantalón vaquero suave y alto, un sombrero que alguien olvidó alguna vez en el balcón, los pies descalzos otra vez y sobre el suelo rojo, escribo. Hay un ladrido, hay un graznar de pájaros y gaviotas que juegan en el cielo. Soy todo sensaciones.

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Cuando viajábamos por Langkawi, una vez abandoné la música y los libros y la cámara y la toalla y los zapatos y me fui a caminar la costa entera, hasta que un muro de piedras me dijo: no hay nada más allá. Me rendí. Tomé resoluciones.

He cumplido veinticinco años y el día sábado es un muro de roca. Entonces también me quito la música y los zapatos, me quito el azúcar de los labios y el peso de la espalda, me quito la tecnología de la mesa y la dejo limpia, las manos unidas en síntoma de decisión cumbre y me digo de nuevo: resoluciones.

Vivimos a toda velocidad: ya no lo quiero. Resoluciones. Esperamos demasiadas cosas de la vida, de la gente, de la historia propia: ya no lo quiero. Huimos del tiempo: ya no lo quiero. Creemos que solo existe una dimensión en las cosas que vivimos, olvidamos la magia, lo innombrable: ya no lo quiero. Dejamos que el tiempo pase sin vivirlo en presente: ya no lo quiero. Pasamos por alto lo importante para acumular objetos y dinero: ya no lo quiero. Aún creemos que solo hay una manera posible: ya no lo quiero. Pensamiento reincidente y circular frente a pensamiento creativo y de calidad: ya no lo quiero. No comprometerme con lo que amo, incondicionalmente: ya no lo quiero.

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Placer y dolor son solo ilusiones: existen solo adentro de nuestra conciencia. Te dije que las coordenadas bien y mal a mí no me servían: no hablan de nosotros, ¿qué mierda es esa? No te conté que ocurre lo mismo con los términos placer y dolor. Quién goza de quién quién daña a quién quién duele quién grita quién se lastima quién explota como una cumbre de hormigas deslizándose por todo el cuerpo. Placer y dolor son puras falacias: tú no places ni dueles mi cuerpo. Yo lo hago, a través tuyo, pero yo lo hago, y esa es mi única frontera.


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