Cerraba los ojos y escuchaba el rugir profundo del mar, como las olas rompían en la orilla y la brisa llegaba hasta su cara, su cuerpo lleno de arrugas de una vida que había disfrutado todo lo que había podido y que veía que tocaba su fin.
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El cansancio de su cuerpo, la debilidad de sus piernas, la mente, le pedían tregua, le pedían descansar.
Había visitado muchos lugares, recorrido el mundo entero con una mochila, sola y con amigos. Había conocido gente, a mucha gente, se acordaba de la mayoría, aunque a veces tuviese lagunas, las fotos le ayudaban, podía tirarse horas observándolas y recordando aquellos momentos.
Cerró de nuevo los ojos, sintió un rayo de sol sobre su cara y respiró profundo.
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