El viaje sería largo, kilómetros y kilómetros de carretera, él y yo solos, con una maleta en el maletero y la cabeza llena de ilusiones, de castillos por construir.
Un viaje en el que las conversaciones duran horas, hablando de todo y nada, silencios, aderezados por miradas cómplices, sonrisas tímidas y pícaras.
Cantando, tarareando, silbando las canciones de nuestras vidas, disfrutando de las voces del uno y del otro.
Observando por la ventana las luces de las farolas, que pasan rítmicas, sinuosas, mostrando su calidez, acompañando a las noches, esas noches de viajes.
Con esas ilusiones partíamos de la ciudad que nos había visto crecer, a un destino mejor, donde creceríamos en varios aspectos y donde emocionalmente mejor nos encontraríamos
Sin miedo, con decisión, con ganas, con fuerza y valentía, juntos. Él y yo contra el mundo.
Hacia allí vamos, ¿lo conseguiremos?, por supuesto, no hay que intentarlo, hay que hacerlo.
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