El viernes pasado fue 16 de noviembre. Para la mayoría de la gente, esa fecha fue especial porque se estrenaba la última parte de la saga Amanecer. Para mí, por supuesto, fue una fecha maravillosa y señalada por otro motivo totalmente diferente: era mi aniversario de bodas. Mi quinto aniversario, para ser más exactos.
Me sentía muy contento y feliz. Tranquilo y sopesado. A pesar de tener mil cosas que hacer al llegar a casa, mil preocupaciones de las que ocuparme, en ese momento, sólo existía ella delante de mí. Habíamos pasado tantas cosas para llegar a ese momento, y sé que en todo momento, para mí ha valido realmente la pena. Espero que ella sintiera lo mismo. ¿No habéis pensado nunca lo misterioso que es estar con otra persona? No podemos meternos en su corazón ni en su mente para saber qué es lo que siente, sólo vemos la vida desde nuestra perspectiva. A veces me gustaría saber qué es ser ella, en ese momento lo sentí. Quería saber si estaba feliz, triste, si quería gritar, ir a bailar, si quería arriesgarse o quedarse tranquilamente a mi lado. Sólo pude mirarla a los ojos. Su sonrisa y su brillo me decían todo lo que necesitaba saber.
Después de regodearme de tenerla a ella como esposa y compartir cada minuto de mi vida con ella, nos fuimos a dar un paseo por las calles de S/C, hasta que acabamos en la Calle Castillo. ¡Comprando! No nos habíamos regalado nada (sin ser la buena vista de mi niña y el almuerzo en el italiano), así que nos fuimos a comprar unos regalitos. Yo a ella le regalé unas pinturas de uñas muy psicodélicas (para que se pinte cada dedo de un color distinto) y un collar en forma de esposas enlazadas, junto a una llave. Este collar tiene mucho qué contarnos, porque esas dos esposas somos nosotros dos, entrelazados, y la llave nuestro amor, que es el único que puede abrir y cerrar nuestros caminos. La verdad es que le queda fabuloso y es muy curioso, así que me quedé feliz. Lo compramos en una tienda llamada Claire's. En esta tienda tienen tantas cosas monísimas, pero tan caro todo... si fuera millonario les desvalijaba la tienda (menos la sección disneyiana en la que están One Direction).
Lamentablemente, no había nada de Kevin Bacon (que yo no tuviera, claro, porque haberlas, las había!), pero mi niña me compró dos películas muy, MUY, especiales para mí: Eduardo Manostijeras y El hombre bicentenario. ¡Ya son mías! Me encanta tener películas originales y, ¿sabéis una cosa? esto lo digo para los que se llenan la boca diciendo que gracias a la piratería se vende mucho menos: es mentira. Todas las películas que me he comprado han sido gracias a que las HE VISTO ANTES porque las he bajado. Me han gustado y me las he comprado. TODAS. Sin excepción. ¿En serio os creéis que me voy a gastar 10 euros en dos películas que no sé ni de qué van o si me van a gustar? Y eso que son de segunda mano, porque si es 100% nueva, me puede costar 15 euros una película. ¡No estamos locos, aún no!
A esas horas, ya era de noche cerrada. Teníamos ganas de volvernos al italiano y comernos otros platos y explotar en pedacitos en el proceso, pero ni había dinero ni había ganas de engordar cuatro kilos de pronto. ¡Que estamos a dieta! Por eso, y con los pies rotos por caminar, dimos por finalizada la tarea, esperando el autobús en la parada de siempre. Estábamos locos por llegar a casa a desvestirnos (no penséis eso, cochinos!) y ponernos un pijama cómodo. Está muy eso de ponerse "emperifollado" para salir, pero cómo duele, coñe! No hay nada como los pijamitas en invierno.
Lo que vino después, no se puede contar, para dejar paso a la intriga, ya me entendéis ;)
¡¡Te amo demasiado, mi amor!! ¡Recuérdalo!
Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá!
Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.