Me dijo que sentía mariposas en el estómago, que podría haber sido él quien me hubiera buscado, pero que fui yo y añadió que lo importante era que nos habíamos encontrado y qué más daba quién había buscado a quién.
Una tarde le comenté que no quería ser solo su "amiga", aunque tampoco le pedí que dejara nada y que cambiara su rutina por mí. Lo único que quería era ver esas mariposas que aseguró sentir.
Nos despedimos follando en su coche y pensé que volveríamos a vernos tras las navidades. No le vi más, aunque no se fue del todo. De vez en cuando me escribía y bromeaba. No volvió a hablar de mariposas, pero sí de ese coche y de ese orgasmo clandestino. No volvió a invitarme a un café, ni me llamó nunca más 163 de un modo cariñoso, ni me dio a diario los buenos días y las buenas noches, aunque no dejó de recordarme ese último día.
No volví a creer en sus mariposas y no volví a creer en él. Dejé de amar a ese hombre y olvidé su rostro.
Hoy las veo en el estómago de otro y las siento en el mío. Vuelan en casa, en nuestro sofá y en nuestra cama. Es su cara la que acaricio y su cuerpo el que me abriga. Con él hago el amor y con él follo. Él no me miente y me ha demostrado que me ama. Ahora soy inmensamente feliz.