Made In San Marcos
Al iniciar mi carrera universitaria yo tenía muy seguro que quería ser periodista, como lo intentó ser mi madre, como lo intentó ser mi padre. Pero una experiencia importante fue la que cambió radicalmente mi destino profesional.Siendo aún cachimbos, se nos pidió organizar una conferenciallamada "Riesgos del periodismo de investigación", y para nuestra suerte, una amiga de nuestro grupo tenía el dato de un periodista refugiado junto a toda su familia en el IPYS (Instituto Prensa y Sociedad), debido a que, por denunciar a algunos narcotraficantes en Tocache, había sido amenazado de muerte. ¿El problema que agravaba su situación? Tenía su palabra como única prueba.Apenas lo conocí, sentí cómo el miedo le recorría de pies a cabeza. Sus ojos se movían en distintas direcciones, pensando tal vez que alguien nos observaba, no se sentía seguro a pesar de estar entre cuatro paredes, pero quería que lo ayuden a como de lugar a salvar la vida de su familia. Me sentí un poco absurdo pues mientras él me contaba al detalle un verdadero drama, yo había sido enviado por mi grupo para convencerlo de participar en mi estúpida conferencia de cachimbo.
Asistió a la charla, y por nuestra inexperiencia, dejamos que sea el último en participar de las ponencias, justo cuando muchos se habían retirado y otros tantos estaban bostezando y queriendo salir de allí a como de lugar. Expuso durante 20 minutos y mientras que yo me moría de la pena por ver como él contaba con el dolor en su rostro, todo lo que le había costado el decir la verdad, los receptores no hacían el mínimo esfuerzo por escucharlo y sentir su relato. Al final, se dio cuenta de lo que estaba pasando, y acortó los detalles que me había llegado a relatar a mí. Detalles dolorosos, tristes que no valía la pena dar a conocer ante ese auditorio tan ingrato.
No sé qué fue de él, lo único que recuerdo fueron sus últimas palabras antes de despedirnos ese día: "Me importa un carajo si me hacen algo a mí, yo elegí esta profesión, pero mi familia no".Desde el momento que conocí a Miguel Tocache (como lo llamaré aquí), supe muy dentro de mí que ese no podría ser mi camino. Mi familia siempre estaría antes que cualquier cosa, incluso a mi profesión. Y si por decir la verdad, como debería de hacer un buen periodista, iba poner en peligro o cambiarle la vida a mis seres queridos, pues entoncesno iba a poder. De haber seguido,estaba condenado a convertirme en un periodista mediocre y mentiroso, y eso no era para mí. Preferíaceptar ser cobarde a ser infeliz y por esa cobardía es que finalmente encontré mi vocación dentro de las comunicaciones.
Hay mucha gente, muchas historias por contar.
La historia de Miguel, me hizo reflexionar sobre la seriedad que uno debe tener con esa profesión, no sólo como periodista, sino como un verdadero comunicador. Aunque claro, años más tarde comprendí que no se trata solo de decir la verdad. Tal vez ese fue el pecado capital de Miguel Tocache pues uno no puede ir hablando cosas por el mundo sin tener pruebas, ya que por más que digas la verdad, nadie más que tú la conoce como tal, y en la práctica eso se convierte en puro cuento, chisme barato, circo, raje. La verdad es bonita, la sinceridad aún más, pero hay que saber contarla.
Para mi mala suerte, hoy cometí el mismo error de Miguel Tocache y pueda que sea éste uno de mis primeros momentos difíciles como blogger dentro de esta aventura que me he comprometido a cumplir. Caigo en cuenta que el poder de un blog es cosa seria y debe ser manejado con responsabilidad. Estuve a punto de acabar con todo, de eliminar mi blog, de cerrar la historia, pero luego, gracias al apoyo de mi mejor amigo, comprendí que no se trata de huir, se trata una vez más de tomar el toro por las astas, de ser consecuente con el espíritu de mi blog y continuar.
Y me di cuenta que aún me quedan 140 historias por contar, antes de contar la nuestra :)
#146 Antes de tí: Miguel Tocache ( Gracias ).