Los dedos comienzan a moverse el cuarto se convierte en un mar de seres pensantes, pensantes para pensar los que se les ha enseñado a pensar, pensantes para pensar lo que es correcto pensar, pensantes para pensar lo que es productivo pensar.
Los dedos siguen con su discreta danza, tienen como pareja a una mujer flaca de pies de grafito, que deja un rastro en sus movimientos que es entendido para los ojos programables.
Las maquinas cobran vida, las manos las acarician y ellas responden a nuestro llamado, otorgándonos un resultado que después ira a parar al excusado.
El resultado reina en la habitación pues los súbditos son gobernados por él, tratan de encontrarlo, buscan entre hojas viejas arrugadas, entre ciudades de formulas negras, entre letras y números que no saben cual es el sendero correcto.
El tiempo pasó y el ruidoso silencio se mantiene, renuncio ha encontrar lo que ni siquiera estoy dispuesto a buscar, ademas no me programe adecuadamente para enfrentarme esta guerra de dementes.