Revista Literatura

19 Respeta, pero no intervengas

Publicado el 13 marzo 2010 por Leon
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Con el tiempo descubriría que cada uno tiene su máxima. Nadie es fijo a ella, es la esencia de todos nosotros, que somos cambiantes, pero al menos ayuda para elegir en un momento concreto. Y yo tuve muchas a lo largo de los años. Pero la que más me interesó, la que más reflexioné por ser la más comentada entre todos nosotros era la de “vive y deja vivir”.
Me gustaba pasar desapercibido, pero no siempre era posible. Había aprendido que en cuanto me hacía notar, comenzaban los problemas. Por todo lo que sucedió después parece ser que me hice notar más de la cuenta...
Un niño le robaba la cartera a un hombre, en un paseo largo que a ambos lados incorporaba sendos parques, repletos de plantas y árboles. Yo le veía a lo lejos, mientras caminaba. No sabría decirte si él se topó conmigo, o yo llegué hasta él, pero nos cruzamos como si hubiéramos tenido que hacerlo antes o después. Y como le había visto no pude resistirme a hablarle:
- No deberías robarle a la gente – le dije cuando me topé con él, desde la superioridad que me ofrecía verle mucho más pequeño, algo importante si no conoces al otro… -, si me das la cartera no se lo diré a nadie -.
- No te voy a dar nada – me respondió mientras se acercaba a mi -, y no dirás nada. Se te ve fuerte y ágil, dime, ¿lo eres? –
Yo no supe responder, me sentí extraño. Aquel niño no dejaba de mirarme a los ojos mientras se acercaba. Sentía como si solo existiesen sus ojos y los míos. Su cara mostraba concentración, pero a la vez cierto aire divertido. Después de un rato mirándome esta cambió, se volvió más seria y oscura. Aunque seguía mirándome a los ojos sentí como si hubiera dejado de hacerlo.
- Toma – me dijo tirándome la cartera -, ¿para qué la quiero pudiendo tener una propia?
Yo recogí la cartera al aire mientras seguía mirándole, sin entender. El chico, con una sonrisa burlesca, se alejó de mí
- Nos volveremos a ver, pequeño -.
Se dirigió hasta la acera, por la que iba paseando un hombre. Cuando estuvo cerca suyo aquel niño cayó al suelo como un tronco, desplomado. Algunos de los que paseaban corrieron hasta él para ver qué le había pasado.
Yo me acerqué también. Observé como el hombre al que el niño se había acercado se alejaba tranquilamente de allí, sacaba su cartera del bolsillo, observaba su contenido, y se la volvía a guardar, mientras el resto de personas intentaban reanimar al cuerpo sin vida de aquel niño, sin éxito.
Esa fue la primera vez que le vi.
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