La unanimidad de los medios subvencionados por el gobierno a la hora de masacrar la serie de Alex de la Iglesia no me sorprendió. Titulares como «de la Iglesia decepciona» (Ok Diario) o «la oportunidad perdida» (El diario) confirman dos aspectos esenciales: no ingresar más de 500 000 euros al año de nuestro dinero en propaganda institucional les llevaría a la ruina y, lo más importante, el socialismo respeta la libertad de expresión de quien pertenece al partido. Todo lo demás es fango, ultraderecha y la puta que los cagó a todos.
Cuando algo molesta hay que eliminarlo. Entiendo que una serie que se basa en que el protagonista le mete fuego a varios socialistas corruptos no es algo fácil de tragar para los que venden que su partido es transparente, aunque los imputados por los mismos delitos de siempre manchen de mierda la rosa, la mano y la jeta de los que nos gobiernan.
Lo más curioso es que se trata de una serie de ficción que deja entrever que en la Expo 92 se robó a manos llenas y, lo que es peor, que esa práctica se sigue extendiendo hasta nuestros días. ¿Acaso no conoces a un ministro que le pagó a una prostituta un piso con tu dinero y con el mío? ¿Quizá no te has enterado de las fiestas que pegan los diputados con nuestros impuestos?
Centrándonos en la serie, no dejes que te engañen los apesebrados. Si tras 30 monedas, injustamente cancelada, parecía complicado que el director y su equipo superase semejante historia, la verdad es que lo han conseguido con creces. Además, añadiendo un toque de crítica social donde reciben los que mandan y esto sí que es intolerable para muchos.
Para los demás, te adelanto que son seis capítulos repletos de acción que se pasan volando y que demuestra que el ritmo de la trama, los detalles técnicos y la imaginación de sus creadores sigue estando muy por encima de la de otros que reciben subvenciones a diario por hacer siempre lo mismo. Ojalá los protagonistas vuelvan a verse en una serie sobre los ERE, la corrupción del PP o la del régimen sanchista.