2 de octubre de 1609: la expulsión de los moriscos valencianos

Publicado el 11 octubre 2009 por Ingelmo

Hace 400 años, el 2 de octubre de 1609, miles de familias iniciaban un exilio sin retorno. La primera expedición de expulsión sale del puerto de Denia, pero seguidamente miles de personas son embarcadas en Javea, Santa Pola, Vinaroz, Alicante o Valencia; ascendiendo a 125.000 el total de deportados en el Reino de Valencia, aproximadamente un tercio de la población. Ante un drama humano de dimensiones tan considerables, los poderes de la época buscaron una justificación apelando a diferentes causas políticas, económicas, religiosas, demográficas y de seguridad nacional.
En Orán (a sólo 200 km de la costa alicantina) se pierde la pista de los deportados. La ciudad era un enclave español. Su gobernador, el conde de Aguilar, expulsó rápidamente a los recién desembarcados fuera de las murallas, sin protección ni escolta.
Los moriscos valencianos se encontraron así en tierra desconocida, sujetos a un nuevo expolio.

Pocos adultos quedaron en territorio valenciano. Y si lo hacen es obligados y en condiciones penosas: como prisioneros tras las revueltas de la Vall de Gallinera (o Laguar) y la Muela de Cortes (noviembre de 1609).
El Decreto de expulsión, por consideraciones religiosas (se les había bautizado, son aún inocentes), permite quedarse a los niños de corta edad, siempre que los padres lo consientan. Pocos lo hacen. Pero el padre Fonseca (1612) observa que "advirtiendo esto la piedad de los valencianos, se determinaron a hurtar cuantos podían". En la gobernación de Orihuela serán unos 300. Sus patronos los utilizaron como criados y servidores domésticos.
El balance de todo lo que dejaban atrás, y que por decisión del rey Felipe III pasó a manos de los señores, es impresionante. Miles de casas, un número indeterminado de almazaras, hilos de agua, parcelas de secano y huerta, huertos, caballerías, herramientas...
Se cerraba así un proceso histórico abierto más de trescientos años antes, con la ocupación del territorio por los ejércitos de Castilla y Aragón.

Los moriscos no eran ninguna minoría marginal. Eran los descendientes de la población nativa de estas tierras. Sus antepasados habían habitado este territorio durante las etapas ibérica, romana y visigoda. Islamizados a partir del siglo VIII, perdieron el control del poder político con la formación del reino cristiano de Valencia (1238-1304), y se vieron sometidos a violentos procesos de expulsión; procesos que llevaron a la destrucción de muchas comunidades y a su concentración en hábitats precarios.
La revuelta popular de la Germanía (1519-1523) forzó el bautismo cristiano de muchos musulmanes del Reino de Valencia. Fueron obligados a cambiar oficialmente los nombres andalusís (Fatima, A'ixa, Sa'ad, Ibrahim, Abdallah...) por nombres cristianos. Desde entonces quedaron en una posición incómoda: no eran musulmanes, pero se sospechaba de su nueva condición de cristianos.
Desaparece el apelativo "moro" o "sarraceno", sustituido por "nuevo convertido" o "cristiano nuevo". El término "morisco", vivido como despectivo por la colectividad, se encuentra únicamente en textos privados o de administraciones donde no estaban representados y se generalizará después de la expulsión.

Antes de la conquista del reino nazarí de Granada (1492), los musulmanes valencianos no suponían un serio peligro. Pero la expansión mediterránea del Imperio Otomano, el levantamiento de los moriscos granadinos de las Alpujarras (1568-71), así como las incursiones de piratas berberiscos sobre las costas del Reino, cambiaron la perspectiva.
El valle del río Vinalopó se convirtió entonces para los gobernantes en un reducto de inestabilidad, donde vivían herejes sospechosos de connivencia con los enemigos del rey y de la religión y, en consecuencia, eran un peligro potencial para la extensa fachada marítima del país.

En varias ocasiones se pensó en decretar su expulsión, pero la medida se pospuso debido a las presiones de la nobleza aragonesa y valenciana, beneficiados de este régimen de semiesclavitud.
Finalmente, el 4 de abril de 1609, Felipe III firma en el Alcázar de Segovia el decreto de expulsión, calcado del de los Reyes Católicos contra los judíos, de 1492.
El 23 de septiembre en las calles y plazas de Valencia se pregonaba la pragmática de expulsión, en la que el rey tachaba de apóstatas, herejes y traidores a los moriscos.
En 1616 concluye la expulsión de los moriscos de tierras españolas.

En el total de la población peninsular los expulsados, casi 300.000, eran una minoría relativamente pequeña. La perspectiva cambia si nos referimos al conjunto de la población valenciana, donde los ex-musulmanes venían a ser aproximadamente una tercera parte del total de los habitantes, representando incluso más del 75% en localidades del sur valenciano (Alicante) como Crevillent, Aspe, Monóvar, Elda, Petrel, Novelda, Albatera, Cox, Redován, la Granja... (en conjunto, una de las áreas de poblamiento más denso de toda la península).
La pérdida demográfica fue terrible y la repoblación tardo cerca de un siglo en llenar parcialmente aquel vacío. Los campos quedaron sin cultivos y los señores territoriales perdieron muchas de sus rentas.

Aquello que más separaba a moriscos y a cristianos viejos era la lengua. Valenciano y castellano debieron ser conocidos por aquellos que tenían relaciones fuera de sus comunidades, pero era "la algarabía" (etimológicamente al-'arabiyya, "el árabe") la lengua popular, la que sonaba dentro de las casas y en las calles de sus arrabales y pueblos.
Tanto es así que en Crevillent y en la zona de les Valls serán los cristianos viejos los que necesitarán conocer aquel idioma.
A lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX los valencianos han recreado la imagen tradicional/popular del moro (y del morisco), una imagen que se manifiesta en celebraciones de indudable valor cultural. Buena cuenta de ello son las fiestas de nominadas "de moros y cristianos" que se celebran cada año en la mayoría de municipios alicantinos e incluso en algunas poblaciones castellanomanchegas limítrofes, como Almansa o Caudete.
En la actualidad se trabaja en la elaboración de una ley que permita un fácil acceso a la nacionalidad española a los descendientes de los moriscos. Esta medida podría beneficiar a un número indeterminado de personas en Marruecos, Argelia, Túnez, Mauritania, Mali y Turquía, entre otros lugares. Este hecho es consecuencia del reclamo realizado por algunos historiadores y académicos españoles y marroquíes desde 1992 pidiendo para los moriscos un trato similar al dado a los descendientes de los sefardíes expulsados.

"... Nicolás Alfafar (...) que ha sido siempre muy amigo de christianos viejos, y ha tenido siempre muy honrrado ttrato, quando se publicó el edicto de Vuestra Magestad dixo al rector de Novelda 'que el Rey, nuestro Señor, diga que hemos sido moros y que lo somos, dize mucha verdad, porque en efecto jamás hemos sido christianos ninguno de nosotros, por más demostraciones que hayamos dado dello. Pero que diga que somos traydores, no lo sé yo, puede ser que su Magestad no esté bien informado'..."
Palabras del morisco de Aspe Nicolás Alfafar citadas en una Carta del obispo de Orihuela al rey datada el 3 de noviembre de 1609.



Fuentes:


Exposición "Moriscos del sur valenciano: memoria de un pueblo olvidado" en la Casa de Cultura de Caudete; Centro de Estudios Moriscos de Andalucía (CEMA); "La expulsión de los moriscos" en Historia de Calpe; "Moriscos" en Testigo; Wikipedia