En el estrecho pasillo que discurre entre el ascensor y el ala oeste -de mi facultad- hay un tablón de anuncios acristalado, limpio, sin marcas ni señales. Me paro ante él, fascinada porque no haya ni una pintada, ni una marca de rotulador: nada que indique que por ahí campan estudiantes.
En el estrecho pasillo que discurre entre el ascensor y el ala oeste, donde está el tablón de cristales impolutos, justo ahí, adormece una hoja informativa, remachada por cuatro brillantes chinchetas. Me acerco más. Leo, por si acaso. Listas de nombres, comité de empresa, firma el decano. Fecha: 2004.
En el estrecho pasillo que discurre entre el ascensor y el ala oeste se encuentra el tablón limpiamente acristalado con su única hoja informativa: los nombres de los delegados sindicales a fecha de 2004. Alguien se olvidó del tablón, las llaves de los cristales, las personas que representan, la hoja caducada, las firmas de los acuerdos.
Bendito país...