Decidimos querernos.
Y visto desde ahora incluso parece fácil. Pero no lo fue. Era todo lo contrario a lo que se suponía que debía ser. Pero desde que entramos en contacto supe que era una cosa diferente. Luego llegué allí, y después fuimos a aquel pueblín donde tomamos café y vivimos una escena surrealista en una iglesia, y luego en la primera comida romántica con moscas, para buscar después refugio en las paredes del malecón y terminar buscando la almoneda mágica, que, por cierto, pareció dejar a medias parte de los sueños.
Luego, los días de luces y sombras, de “síes” y de “noes”, de luchar contra el cerebro y el corazón… y la angustia, el miedo, el dolor del alma.
Pero al final decidimos querernos, y, con altibajos, estamos hoy con esas dos miradas que están ahí todas las mañanas, y que dan todo el sentido a una vida que nos lo ha puesto muy difícil.
Pero saldremos juntos adelante, con la ayuda de Luar, el broche de oro a que decidimos querernos.
