La leyenda también cuenta que había un dragón, al que aquí, con vuestro permiso, llamaremos Sauron, en honor al Sr. Tolkien. Ese dragón, Sauron, tenía a la población acojonada. Una población que trabajaba desde muy temprano por la mañana hasta altas horas de la noche. Tenía, en ocasiones, que pedir permiso para ir a comer, para ir a cenar e, incluso, para irse a dormir.
Aquella población, tenía que desplazarse cada día de un pueblo a otro para satisfacer los deseos de aquel ser. Algunos, soportaban al dragón a su lado a todas horas, insistiendo, exigiendo. Siempre con prisas. Siempre mirando a ver si faltaba mucho, con insistencia...
Varios sacrificios se hacían para que Sauron saciara su sed de sangre. Uno tras otro, iban desapareciendo. Como deshechos. Irrecuperables para aquella sociedad que tanto les necesitaba. A algunos, los despreciaba aquel dragón, otros, sencillamente caian humillados a sus pies y rogaban clemencia para poder abandonar aquel lugar...
Otras leyendas de dragones, como la que celebramos hoy, en la festividad de Sant Jordi, acaban bien. Un caballero llega al lugar, lucha sin cuartel contra el dragón hasta vencerle y se casa con la princesa.
En este caso, el dragón sigue ahí, humillando a la población, esclavizándola, prohibiéndoles poder llevar una vida normal. En este caso no hay caballero que se atreva a enfrentarse con el dragón. En este caso, el dragón seguirá saciando su sed de sangre sin que nadie haga nada para evitarlo... Y por supuesto, del dragón sin vida no crecerá un rosal...
Siento contarte el cuento así, pero es tal y como yo lo he querido hacer...
Y como decimos aquí, en Catalunya...
"Conte contat... Aquest conte, s'ha acabat" (o no).
Suerte,