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237.- “No permitamos que la vida nos desanime; todo aquel que ha llegado a donde está tuvo que empezar por donde estaba.”

Publicado el 20 abril 2010 por Ignacionovo
Autor: Richard Evans. Hoy corresponde una revisión de nuestras baterías de energía y confianza con el fin de recargarlas, si es que acaso hubieran perdido potencia, y de esa manera garantizarnos buen ánimo y predisposición durante una larga temporada.
Una de las cuestiones que contribuye a ‘descargarnos’ de ilusión o si lo prefieres a desmotivarnos, es la dilación en la consecución de nuestros objetivos. La paciencia resulta fundamental para ser capaces de diferir la recompensa de lo que nos proponemos, por mucho que esta tarde en llegar.
Cuando nos encontramos en pos de un objetivo y este se resiste, la mente (traviesa y tramposa) nos hace dudar y empezar a calibrar si aquello que estamos buscando lo conseguiremos finalmente o no. Y nos empieza a proponer dulces salidas de renuncia para detener la preocupación y dejar de padecer, renunciando a lo que perseguimos.
Simplemente, no lo permitamos. Las respuestas a nuestros deseos no son inmediatas nunca. Podemos pensar en la encarnación de un genio como el de Aladino, que en un chasquear de dedos nos ponga delante tres veces todo lo que anhelamos, pero las cosas suelen funcionar de otra manera.
Por lo tanto, lo que nos llevará adonde hemos pensado que queremos ir, será nuestra persistencia, nuestra certeza y confianza en que lo lograremos, nuestra capacidad de encender y reencender nuestra motivación y nuestra incapacidad para rendirnos.
Todos aquellos a los que consideramos y admiramos, porque han llegado con mérito al lugar en el que nosotros quisiéramos estar, partieron de un lugar muy parecido al nuestro para conseguirlo. Podemos achacar sus logros a la casualidad o a la providencia. Podemos imputarles capacidades extraordinarias de las que nosotros carecemos o podemos pensar que su éxito se basa en que no se desanimaron nunca, y que mantuvieron constante el esfuerzo no renunciando a su ideal, por mucho que este tardara en llegar o por aparentes escasos resultados que fueran alcanzando o por el mínimo grado de avance que, objetivamente, fueran experimentando. En este rincón, ya ves, los abatimientos se computan como exceso de equipaje.
Reflexión final: “El desánimo es una incredulidad.” (Henri Frédéric Amiel.) Eso es, y nada más. Nadie que está seguro de conseguir lo que se ha propuesto, se desanima porque aún no lo tiene. ¿Verdad?

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