Revista Literatura

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Publicado el 09 febrero 2011 por Manueljesusluisrodriguez

La noche
  Ahora al mundo lo está cubriendo la noche; solo, en mi casa pienso en qué ha consistido mi vida como poeta; primero se te van los ojos hacia aquella vez que de un profesor oyeras que las sílabas no las contaban los poetas con sus dedos; imagen que en ti ha persistido durante tantísimos años; y ante la que hoy sonríes contando estos mismos versos de ahora... Sonrisa agradecida por el poco de ternura que te trae. Aunque no fue aquello del profesor la primera vez que la vocación sentiste, sino ciertos versos, llenos acaso todavía de lluvia... Aquel libro escolar te entregó lo que había de ser a partir de entonces tu vida... A ti el azar trajó la poesía, y tu alma la aceptó suya para siempre. ¿Qué misterios entonces te fueron desvelados?...
  Creo que jamás llegaré nunca a descubrirlos. Qué hizo abrir semejante llaga en el alma de un adolescente. Los ojos se llenan de piedad ahora que lo revivo pensándolo; aunque en nada te arrepientas, y para ningunas otras cosas en el fondo veas que está tu vida hecha, que si otras artes ves que también te llaman, no son éstas ese fondo último que es, ha sido, y será la poesía en tu alma; siendo ella como es, sol hacia el que viven todas las criaturas mirando.
  Suena la nevera en la casa; sólo encendí una lámpara esta noche. Y sigue tu pensamiento queriendo repasar tu vida como poeta; y una a una contempla las huellas que hasta aquí me han traído: aquella serie en la que al mar le hablabas, ingenuamente, como sólo los niños hablan con sus cosas, dotándolas de vida e historia propia, en la que ellos son límite y ritmo; aquel amor primero que al mar confesaste antes que a ella en tus versos, que una noche tu secreto le diste, rápido, tal el viento eleva la hojarasca por los aires; de aquel temblor tuyo, y de aquel silencio de ella, todavía guardas los ecos.
  El eco somos de un grito antiguo entre montañas, no sólo en nuestra propia vida, sino en la vida entera de la humanidad; así puedes entender cómo un poema tuyo hizo a otro, y cómo éstos fueron haciéndote a ti, y a ese que hoy eres. Si tu cara miras, si sincero logras ser, acaso allí veas el compendio de tu vida reflejado, hablándote de cuáles fueron tus pasos, y cuáles han de ser. Dicen más unos ojos tristes, o una mueca tras la boca, que toda la historia que tu alma quiera contar al resto, son palabras que la conciencia sabe vacías de significado; por eso te diste por entero, y en cada poema intentaste imprimir tus ojos.
  Aunque no siempre lo lograbas el sólo intento te fue haciendo el poeta que hoy eres. Incluso aquellos años de silencio eran parte más en tu devenir; de otra forma en ti lograba la poesía expresarse, hoy lo entiendes de una forma clara... Caminos son muchos pero a la espera queda sólo ese que va por dentro, y a ese nadie lo conoce hasta que no ve sus pies recorriéndolo. ¿Quién me dijera a mí que aquella escritura iba a convertirse en ésta?    La vida es misteriosa también en continente, no sólo en contenido; por eso un ser hermoso nos arrebata con sólo verlo.
  Y aquí llega acaso a quien más he escrito; poemas enteros que intentaban esconderla, la ocultaban, pobres, sin saber que así eso mismo hacía engrandecerla más y más, hasta que ya no cupo escondida, y salió para hermosear mis versos. Esto me dio con el tiempo la sabiduría de los ríos, el qué era superficie, y el qué hondura; y éstos fueron tomando posesión de mis versos y mi vida, hasta conformar hoy parte imprescindible en mi pensamiento. Más amantes llegaron a mis días, y épocas de soledad absoluta y desconcierto... No sabes qué hubiese sido de ti sin poesía entonces.
  Y para ese tiempo llegó quien más has amado; tus límites entonces conociste, la frontera que marca tu cordura; nunca antes supiste con qué facilidad el hombre puede volverse loco, cómo es capaz de infectar la mirada y el mundo. Así aprendiste perspectiva, y fueron tus poemas abarcando una mayor hondura, amor y dolor labraron tu visión mejor que nada antes.
  De aquí a la expresión nueva poco trecho anduviste; cada vez con mayor clarividencia quién eres, y quién no eres, ves, quién fuiste, y quién no quieres ser... Abandonado en la noche, Manuel, deja tu soliloquio, que el tiempo sabrá de ti -si quiere- hacerse eco.
  ...Un eco que en el futuro otros puedan oír, como oyes tú este eco de los tuyos antiguos.

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