25. Se dice de mi...

Publicado el 14 agosto 2012 por 160

Sopa de pollo para la gripe...

Hoy ando agripado. Tengo encima todo el malestar del mundo. Regresé a casa temprano y mi madre me ha preparado una sopa de pollo que ha traído a mi habitación. ¡La adoro! ( a la sopa y a ella) Por suerte se fue de inmediato a descansar. No me preguntó más nada, sólo dejó la sopa y se fue muy tranquilita. Eso quiere decir que todo está bien...
Y ustedes se preguntarán ¿Por qué esa podría ser señal de que todo anda bien?
Todo tiene una explicación...
Hace un tiempo atrás, tuve una gripe igual o peor que ésta, pero mi madre se la tomó muy en serio. Cambió drásticamente mi dieta y la de todos en la casa, eliminó las frituras y grasas de nuestro menú diario ( lo cual no entendía qué tenía que ver con mi gripe, pero ella insistió). Se preocupaba por mí más que nunca, al punto de querer llevarme a todas partes e intentó prohibirme ir a trabajar, lo cual por supuesto no logró. Su actitud era de alguna manera entendible pues un año antes, cuando tuve 24, me agarró una fuerte tifoidea que me dejó postrado en cama varias semanas, así que pensé que había quedado traumada pero que pronto se le pasaría el drama. Mi padre andaba igual o peor que ella, me quería llevar a todas partes y me preguntaba qué cosas sentía mientras jugaba al doctor apuntando todo lo que le decía en su agenda. Esta vez ambos habían llegado al límite de la sobreprotección y la verdad, comenzaban a hartarme.
Pero para hacer más balanceado mi mundo, en el trabajo me sucedía todo lo contrario. Mi amigo y yo teníamos la costumbre de aprovechar un momento de descuido de cualquiera de los dos, para quitarnos galletas, gaseosas o lo que tuvieramos a la vista en el escritorio. Ese día que comenzó el problema, me tomé toda su gaseosa sin que se diera cuenta, y eso no le gustó para nada. Desde ese momento, dejó de hablarme e incluso se limitaba a pasarme los papeles y mandarme correos indicandome sus consultas. ¡Parecía un niño! Me disculpé una, dos y hasta tres veces, pero seguía totalmente arisco conmigo. No insistí más. Pensé "Ya se le pasará", y seguí tratándolo normal.
De todas formas mi travesura me salió cara pues el tomar la gaseosa hizo que mi garganta se pusiera peor y el drama en casa se elevó al cubo. Mi madre llegaba al extremo de llorar mientras me preparaba mis limonadas calientes y mi padre, seguía preguntándome cómo me sentía a pesar de haber ido al médico ese mismo día y a las justas me hayan recetado un panadol. Por esos días, falté al trabajo y recibí llamadas de todo el mundo, menos de quien hasta ese entonces era mi gran amigo. Me sentí decepcionado al saber que por una tontería estaba echando a la basura nuestra amistad.
Faltando un día para regresar a la oficina, escuché que mis padres discutían en la cocina. Ella estaba en la mesa con unas vajillas nuevas que había ubicado en la mesa, mientras mi padre intentaba arrojarlas a la basura totalmente enfurecido. Y fue en ese momento cuando mi madre, le dijo algo que me dejó impactado: "Debemos cuidar a sus hermanos, querramos o no, él debe usar sus propios cubiertos".
Ahora todo tenía sentido: mis padres y su imaginación, habían llegado a la conclusión de que yo era portador del VIH.
¿Cómo pasó?

Mi prueba...

Por aquellos días, había decidido participar de un concurso de cortometrajes sobre Mujeres que viven con VIH, así que para hacer un trabajo de calidad tuve que documentarme al máximo sobre el tema. Me pasaba horas leyendo libros sobre el VIH, guías sobre los cuidados de las personas que viven con la enfermedad, compré videos de testimonios, fui a ONGs especializadas y obtuve folletos diversos sobre el tema e incluso tuve facilidades para entrevistarme con personas que viven con la enfermedad.
En casa, nadie sabía de mis intenciones de concursar, así que cuando vieron que su hijo se llenaba de tanta información sobre el tema, y que encima le había dado tremenda gripe, pensaron lo peor. La cereza del pastel era que por aquellos días que estuve en diversos lugares especializados en VIH, decidí hacerme la prueba de ELISA y dejé en mi habitación la cartilla con todos los análisis que me practiqué. ¡También la vieron! pero sin los resultados pues yo los llevaba guardados en mi billetera.  Todos esos días estuvieron sufriendo por gusto y no se atrevieron a preguntarme nada. Mi padre me mostró la agenda en la que siempre escribía, y allí había anotado varios detalles sobre el VIH pues estuvo informándose para poder ayudarme. Mi madre, que es demasiado nerviosa, se negó a saber más del tema y lo poco que conocía de él, era por lo que veía en la television, la cual muchas veces no ayuda del todo. Pero lo importante es que ambos, a su manera, estaban buscando la forma de cuidar de mí. Incluso en una situación tan delicada me daban una prueba más de su amor incondicional. Se imaginan el peso que les quité de encima al explicarles todo esto. ¡Saltaron de la emoción!
Mi "amigo", en cambio, se había enterado de mi "enfermedad", debido a que por esos dias, había impreso en la oficina, unas lecturas que me pasaron via e-mail, y que "afortunadamente" había olvidado recoger de la impresora. Entendí finalmente que la bendita gaseosa no tenía nada que ver con su actitud hostíl hacia mí. Creí realmente innecesario aclararle nada así que dejé que siga pensando lo que quiera. Total, era obvio que amigo mío, jamás fue.
 ¿Y cómo vino este recuerdo a mi 13 de agosto?
Hoy por la mañana, mi amigo Jano me contó que le había pasado algo extraño. La fachada de su casa, ameneció con una pinta que decía: "Cuando acaba, hay que aceptarlo", y al costadito de la pinta, un corazón partido.
Hasta aquí no habría nada de anormal. Bien podría tratarse de una pinta más de cualquier tipo X sin vida, pero para él, la pinta tenía otro sentido. Hace poco había comenzado una relación con una chica y su mejor amigo, en una actitud incomprensible, dejó de hablarle y prácticamente mandó a la basura una amistad de casi toda una vida. Jano ha hecho de TODO hasta el momento para recuperar a su amigo y nada le ha funcionado. Lo peor es que su familia ya se ha percatado de la repentina ausencia de su casi hermano y del gran esfuerzo de su hijo por recuperarlo. 

La fachada de la casa de Jano

Pasa ahora que, luego de ver esa pinta, ellos y algunos de sus amigos cercanos, han comenzado a dudar de su virilidad, pensando tal vez que el autor de la misma, es el amigo herido, o quién sabe qué cosas pasaran por su cabeza. Me contó esto, muy preocupado, asi que prometí contarle una experiencia mía, que si bien no es igual a la suya, cualquier parecido será pura coincidencia...
140 Antes de ti: Jano ( No te preocupes por lo que dicen de tí. Tu sabes muy bien quién eres).
 
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