Autor: Antonio Machado. Si preguntáramos al respecto de la política y de los políticos en cualquier parte del mundo, nos encontraríamos - excepciones honorables aparte- con una amalgama de desencanto, frustración, hastío, enojo, cuando no una encendida indignación o un rendido conformismo.
Sin embargo, nadie duda de que la política sea no ya necesaria, sino imprescindible. Guiar con criterio y firmeza los destinos de un país, procurando el bien de sus ciudadanos, comportándose con honestidad y transparencia en la gestión de los dineros públicos, gobernando con ecuanimidad para tus partidarios y los que no lo son ni lo serán, alentando medidas que garanticen el bienestar general o promoviendo iniciativas que impulsen la economía, la educación, la cultura, el desarrollo… es un arte, aunque por lo que comprobamos casi a diario en distintas latitudes, un arte imposible.
Yo, de entrada y por sistema, me niego a pensar que las cosas no tienen arreglo. Lo tienen casi siempre cuando te pones a buscar verdaderas soluciones y no te empantanas dedicándote a otros menesteres –lo que ocurre muchas veces en política- que no tienen que ver exactamente con los problemas en sí.
Y ya sé que la política es considerada por muchos como un sutil ejercicio de engaño colectivo, pero yo prefiero que un político me diga, por ejemplo, que las cosas están mal y que va a requerir de mí un esfuerzo suplementario. Quiero que me pinte las cosas tal y como son y no que pensando en mí voto, me escamotee información. Que no me trate como a un memo incapaz de informarme por mi cuenta y tener acceso a la realidad de las situaciones y descartar con ello la otra verdad que se me intenta vender. Que me confiese que se ha equivocado, porque eso puedo entenderlo. Que me diga que lo está intentando y que me explique cómo, porque así le apoyaré. Que me transmita confianza, porque en este mundo en el que casi todo es volátil e intangible, la confianza es un viento que impulsa o que frena.
En este tiempo de turbulencias económicas y de crisis global. De pesadumbre generalizada y de tragedias familiares por la falta de trabajo –terrible- y por la falta de expectativas –letal-, los políticos deberían estar a la altura y ejercer el papel de líderes que requieren las coyunturas excepcionales. Es necesario volver a creer, y creeríamos sin duda, si tuviéramos la inspiración necesaria.
Reflexión final: Y no perdamos nunca el interés. “El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan.” (Arnold J. Toynbee)
Revista Literatura
251.- “En política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela.”
Publicado el 06 mayo 2010 por IgnacionovoSus últimos artículos
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