Revista Literatura

Когда твой день рождения?

Publicado el 27 febrero 2012 por Netomancia @netomancia
A pesar de sus años, Vasiliy Oleg Pávlov sigue levantándose a las seis de la mañana, desayuna, barre la vereda, compra el diario y se va a leerlo a la plaza. Todo en un meticuloso orden que en los últimos tiempos se ha convertido en rutina.
Nacido en la vieja Unión Soviética, viajó al país muy pequeño y sus padres le enseñaron desde temprana edad que la única manera de sobrevivir era ganándose el pan sin escatimar esfuerzos. Razón por la que a lo largo de su vida hizo de todo. Fue vendedor de café, lustrabotas, canillita, carpintero, albañil, electricista, plomero y hasta jardinero.
Vasha, así lo llamaban sus padres, formó una familia numerosa. Se mudó varias veces y comprendió en muchas oportunidades el dolor de la partida de un ser querido. Su semblante frío, propio del país donde nació, fue de gran ayuda para sobreponerse a esas pérdidas.
Pero siempre hubo algo más detrás de esos ojos claros de autómata, que no era pena ni melancolía. Ni por su patria que apenas recordaba ni por los familiares que lo iban dejando cada vez más solo en este mundo. Tampoco era dolor. Más bien, era vergüenza.
El sentimiento se remontaba al día que su madre lo parió. A la fecha, para ser más exactos. Porque Vasiliy había venido a este mundo un 30 de febrero.
- ¿Cómo 30 de febrero? - solían decirle en la escuela, durante los pocos años que cursó en este país cuando apenas si podía balbucear alguna que otra palabra en castellano.
Y esa fecha se fue transformando en un karma. Soñaba que los chicos lo rodeaban y en ruso le preguntaban Когда твой день рождения? una y otra vez, obligándolo a caer rendido de rodillas y llorar como un condenado.
El sueño jamás desapareció. Los compañeros de colegio dejaron su lugar con el tiempo a compañeros de trabajo e incluso, a sus propios hijos, nietos y primos. No importaba que tan buena fuera la relación con una persona. Tarde o temprano le preguntarían durante la noche, mientras la cabeza reposaba en la almohada Когда твой день рождения?
El tono de sorna iba a la par de esas palabras en aquel idioma que lo había recibido al mundo. Pero lo peor no era ese momento, sino el instante siguiente. Aquel que podía dividirse en dos partes, la primera, cuando sin poder evitarlo contestaba a viva voz que había nacido un 30 de febrero y la segunda, cuando todos estallaban en carcajadas.
Y si bien eran solo sueños, estaban nutridos de la realidad, de haber vivido ese momento una y mil veces, de haberse sentido el ser más ridículo sobre la Tierra. Porque eso le sucedía. Aborrecía aquel tiempo lejano dónde en la Unión Soviética durante dos años hubo un 30 de febrero. Porque de nada servía mentir, decir por piedad una fecha posterior.
Incluso, se hubiese conformado con haber nacido un 29 de febrero y disfrutar de las bromas cada cuatro años. Pero sabía que su fecha de cumpleaños jamás volvería a ocurrir.
Ya grande había intentado rastrear otras personas nacidas en la Unión Soviética en los años 1930 y 1931, en la misma fecha que él. Pero había sido en vano. Parecía el único sobreviviente de aquel extraño calendario, implementado por un gobierno de un país que le parecía extraño, distante, lejano.
Vasha habia dejado de celebrar su cumpleaños siendo muy joven. Sus familiares debatían cuando saludarlo, mientras él hacía oídos sordos y seguía con su rutina diaria.
A medida que se aproximaba febrero la vergüenza se iba apoderando de su alma. Cuando llegaban los últimos días del mes, se encerraba de a poco en su habitación, permitiéndose solo su rutina de la mañana, incluyendo la lectura del diario en la plaza. Pero ni bien observaba que los vecinos comenzaban sus tareas habituales, doblaba el diario y volvía a su casa.
Entonces Vasha, rodeado por la soledad de sus paredes, añorando a su fallecida mujer, a los hijos que ya no estaban, arremetía con insultos al destino, maldiciendo la fecha de su cumpleaños, signo del desarraigo, del olvido, de un pasado lejano y difícil, de los años transcurridos, del tiempo que todo se lleva, de una nación que ya no era, de otra nación que lo había acogido, de una burla propia de niños, de una pregunta que siempre odiaba, de una respuesta que lo condenaba.
Para Vasiliy uno era alguien a partir que nacía. Y por lo tanto, él no era nada. Porque ya no podía rememorar la fecha, se la habían robado. Como las guerras y conflictos se robaron su país, como los años a su familia, como el pasado sus sueños.
Solo le queda la vergüenza y esa manía de levantarse a las seis de la mañana, desayunar, barrer la vereda, comprar el diario e ir a leerlo a la plaza. Apenas pequeños reyos de sol que entibian el frío de ayer que aún lo envuelve, que por siempre lo envolverá.

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