Sentada, en la mitad de éste miércoles, ocho días después de un golpe esquivado, me descubro lenta, acompasada. Me faltan palabras para seguir llorando. Sin saberlo, la vida empezó para mi minutos después del acomodo brusco de la tierra. Miles como yo se vistieron de sí mismos y comenzaron de nuevo sin detectarlo, retomando lo que dejaron a medias. Estos días, he caminado a través de territorios oscuros entre muerte y dolor. Y ahora escribo sin atreverme a abrir esa puerta que atino a creer liberadora.
¡Que callen los que no estuvieron, los que no sintieron!
Miro alrededor, el mundo está donde estaba, pero yo soy otra, soy ajena a lo otro y no a la fragilidad. Hoy los encuentros son diferentes, nos abrazamos satisfechos de estar vivos: apapachándonos unos a otros, agradecidos.
Lo malo de llorar con palabras, es que luego éstas se atoran entre los dedos que se crispan, dedos que traducen emociones que nos rompen...
DOM
Fotos: de izquierda a derecha:
1a Tomada de internet
2a Chris Fernández Fotógrafo