Revista Literatura

27º poema

Publicado el 21 marzo 2011 por Manueljesusluisrodriguez

El canto
  Reclinado en el campo, entre laureles y mirtos, y los sones de la cítara que toca el joven músico desnudo, embelesado el dios por la belleza del muchacho, la cítara le arranca y el amor vuelve a hacerle hasta rendirle en cuerpo y en alma, de puro goce... Relajado, con lentitud, el joven músico de nuevo toma su cítara, y sones de amor y hermosura logra, se apiada del leve destino humano. Las estrellas se quedan encantadas de la tierna música del mancebo, que de llanto las llena, y en rocío la música devuelven sobre el campo. Medita el dios sobre el destino humano: y así como el joven tocó la cítara, y sones de amor y hermosura logra, así el dios logra del joven lo mismo.


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