Revista Diario

3 lecciones de vida cortesía de las plantas

Publicado el 21 abril 2014 por Alxndro @al_x_ndro

De pronto un día salí al jardín de la casa y sin aviso ni explicación comencé a sentir gran curiosidad hacia las plantas que se encontraban en él. Fue una experiencia curiosa (como todo aprendizaje): comencé a ver eso que siempre había estado allí y que había dado por sentado por mucho tiempo.

Pregunté a otros y a mí mismo sobre qué tipo de plantas eran, qué necesitaban, por qué hacían lo que hacían. A veces obtuve respuestas pero muchas veces no. Así que estudié por mí mismo y tomé algún curso simplemente por ese orgánico interés que surgió en mí.

De tanto observarlas creo que aprendí algunas cosas o, al menos, reflexioné sobre lo que había encontrado que podía aplicarse a mi experiencia humana aun si es muy diferente a la de las plantas. Entre esas lecciones las siguientes creo que las más destacables son:

1. Hay cosas que se arman, hay cosas que crecen
Al principio salía cada vez que tenía ocasión al jardín a ver las plantas de las que había decidido hacerme cargo. Las observaba, me maravillaban sus patrones, me imaginaba cómo serían sus flores, sus semillas, qué forma tomaría cuando fueran más grande aún.

Pero el hecho es que la mayoría de las veces que salía no encontraba nada nuevo, mis plantas lucían igual que hace una hora o que hace tres días o una semana. No importaba cuán grande fuera mi curiosidad o cuánta urgencia tuviera de ver cómo se desarrollaban: las plantas tenían su propio ritmo.

Las plantas se toman el tiempo que necesitan para realizar lo que tienen que hacer, existen formas de influir su comportamiento a partir del medio en que están, pero siempre tomarán el tiempo que requieran para alcanzar el resultado que han obtenido durante, probablemente, cientos de años por medio de los procesos que han desarrollado también por incontables años.

Aunque yo tenga prisa y tenga todas las piezas necesarias para el apropiado desarrollo de mi planta, no me es posible juntarlas todas para armar el resultado deseado, es decir, no puedo armarla como a una máquina. No puedo juntar a un tallo hojas, flores, y raíces. Se requiere esperar a que las cosas sucedan, hay cosas que crecen y hay cosas que se arman. Todos los seres vivos entramos en la primera categoría.

A pesar de que nuestro desarrollo se da con el tiempo conforme crecemos y desarrollamos diferentes habilidades, suele pasar que nos vemos a nosotros mismos como si fuéramos máquinas que se arman con diferentes piezas: terminamos una carrera, tenemos un trabajo, un sueldo, una casa y otras varias posesiones, una pareja y al final suponemos que el resultado debería ser la felicidad (o al menos la seguridad).

Más que juntar cosas para obtener un resultado tenemos que crecer como personas, encontrar el sentido de las actividades que perseguimos y dirigir nuestro desarrollo en busca de lo que personalmente nos dará una buena vida. Debemos perseguir crecer lo más conscientemente posible, no basta con juntar ingredientes a toda prisa esperando tener rápidamente el resultado.

Tenemos que crecer al nuestro propio ritmo en el tiempo necesario.

2. El medio en el que creces te da forma
¿Alguna vez te has puesto a reflexionar que todas las plantas que conoces están emparentadas? Es decir, las primeras plantas que existieron eran de un mismo tipo o eran muy semejantes y conforme se fueron extendiendo por el planeta fueron desarrollando diferentes estrategias de sobrevivencia de acuerdo al clima, los nutrientes disponibles, los animales que rondaban el lugar, y demás factores que afectaban su crecimiento.

Así, tras milenios de evolución encontramos que existen árboles y pequeñas plantas, plantas de frutos comestibles y plantas venenosas, plantas parásitas, plantas en el mar, plantas que almacenan agua, etc. La variedad que en que existen es en verdad impresionante (eso sin mencionar las diferentes estrategias que han desarrollado para reproducirse y esparcir sus semillas), y esta se debe a su medio, pues nada existe en aislamientos, siempre existe en relación al medio.

Todas estas estrategias surgieron de acuerdo a las necesidades y oportunidades dentro de un medio ambiente. Así mismo nos sucede a los humanos: el lugar donde vivimos y crecemos define e influye nuestro desarrollo. Podemos cultivar atributos agresivos o amables, ser sumisos o dominantes, competitivos, conformistas, expresivos, retraídos. Todas las combinaciones son posibles.

Esto es precisamente a lo que se refiere la gente que menciona que somos el promedio de las cinco personas con las que más convivimos. Todo lo que te rodea te influye. Así es que han surgido diferentes culturas con particularidades propias, y por esto los miembros de una familia tienen comportamientos semejantes.

La diferencia que tenemos con las plantas es que nosotros podemos desplazarnos a otros lugares por nosotros mismos. Esto en buena medida quiere decir que puedes escoger el medio en que te desarrollas. Podrás no haber escogido tu familia, pero tú decides con quién pasas tu tiempo, qué libros lees, qué actividades realizas (y por esto mismo se aprende mucho viajando). O si no te encuentras en una posición de dejar tu medio actual, puedes usar tus limitantes a tu favor.

El medio te da forma y tú puedes escoger en cuál quieres crecer.

3. La naturaleza tiene su propio tipo de inteligencia
Una vez, después de una helada, estaba examinando mis tomates. Estaba acompañado y, en cierto momento, mi compañía me pidió unas tijeras. Pregunté para qué y me contestó que para cortar las hojas que se habían quemado parcialmente porque se veían feas.

Entonces me quedó claro que solemos trasponer nuestra percepción de las cosas a todo lo que nos rodea, aun si lo que nos rodea no tiene interés ni obtendrá beneficio de nuestra forma de ver las cosas. Es decir, mi acompañante quería cortar las hojas dañadas, pero una planta cuando no requiere más una hoja procede a quitar todo lo útil adentro de la hoja (clorofila, agua, nutrientes) y después deja que se caiga. Sabe hacer esto por sí misma sin necesidad de la intervención de un ser humano.

Esta confusión entre nuestros valores estéticos, morales y de otro tipo, y la forma en que opera el mundo se presenta todo el tiempo en nuestras vidas, creemos que las ideas que tenemos son fundamentales pero no nos detenemos a observar cómo funciona realmente el mundo, intentamos forzar nuestra visión personal a todo. Conceptos como basura, desecho, belleza, funcionalidad, progreso, y muchos otros, suelen ser conceptos que sólo son válidos desde una perspectiva centrada en el ser humano, dejando de lado a la amplia naturaleza.

La naturaleza no está preocupada por categorías mentales, lo que le importa es encontrar lo que funciona, ésa es su ‘idea’ de verdad. Pienso que podríamos avanzar mucho si dedicáramos nuestros esfuerzos a encontrar lo que funciona en nuestras vidas en vez de casarnos con ideas caprichosas, autorreferentes y disfuncionales con el mundo.

Además, al tener su propia inteligencia, la naturaleza no requiere de nuestra intervención para prosperar, por sí sola busca lo que le funciona. Ésa es otra idea humana que roza con lo enfermizo, creemos que siempre tenemos que intervenir, que para arreglar algo (nuestro cuerpo, nuestros pensamientos, nuestro medio) tenemos que hacer algo y que, encima, sabemos lo que ese algo es. La naturaleza siempre se rectifica, encuentra la forma por medio de la experiencia directa y la interacción de todas sus partes. No requiere conceptos, pero una ayuda informada basada en sus principios puede serle de utilidad.

Las ideas que tenemos no siempre corresponden con la naturaleza de las cosas, podría beneficiarnos mucho el buscar primero lo que funciona y después crear hipótesis en vez de querer imponer nuestras leyes personales desde el principio. (¿Una vida más científica?)

Por último, creo que hay una lección más implícita aquí: si observamos el mundo y sus diferentes aspectos, seres y disciplinas, podemos aprender muchas cosas que nos eluden de una forma directa en los problemas que tenemos. Hay muchas respuestas allá afuera a preguntas que no nos hemos hecho todavía.

Basta con observar y estar dispuesto a aprender y relacionar.


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