(300) tatuajes: ¿deberían poder probarse antes?

Publicado el 04 octubre 2011 por Alfredomilano

Lucy Townsend

BBC

El tatuaje es algo cada vez más popular y extendido, pero ¿cómo estar seguro de no hacerse uno que luego tendrá que ser eliminado con una técnica dolorosa?

Joe Munroe asegura que nunca se arrepentirá de su tatuaje. La tinta negra serpentea por su frente hacia pómulos, orejas y más abajo hasta cubrir por completo su cuerpo.

"Hizo llorar a mi madre", dice. Pero él no ha tenido dudas.

Tampoco Roni, que supera los 2,10 metros sobre sus resplandecientes botas de plataforma púrpura. Desde la altura, muestra cómo se ha tatuado incluso el globo ocular. El blanco de los ojos lo tiene ahora negro azabache.

"No dolió tanto", dice parpadeando.

Algunos de los más entusiastas discípulos del tatuaje se reunieron en Londres para la VII Convención Internacional del Tatuaje. El evento recibió unos 20 mil visitantes. Desde su primera edición en 2005, no ha hecho más que crecer.

Los tatuajes ya no son trofeos exclusivos de roqueros, marinos, bohemios y criminales. Se han vuelto de consumo masivo.

Las publicaciones especializadas en el sector, junto a la mejora en las normas de higiene de quienes los ejecutan, así como la diversidad de su clientela, hacen que ya sea posible ver tatuajes en gente de diferentes edades y estilos de vida.

Incluso, cuando el muy fanático se queda sin piel para continuar, siempre habrá una nueva ola de personas, desde abuelas a adolescentes, dispuestas a ofrecer sus cuerpos al zumbido de la maquinilla tatuadora.

Las convenciones sobre tatuajes son un mundo en el que la tinta se hace arte, donde las carpas japonesas Koi nadan en la misma marea que las marcas tribales maoríes y la diosa Afrodita.

Y aún más importante, es un mundo donde no caben los arrepentimientos.


Pero, qué pasa con quienes ya no quieren mantener su tatuaje, esos que eligieron el diseño equivocado o no les gusta donde se lo colocaron, esos que se lo hicieron por un impulso y después se arrepintieron.

¿Debería haber más charlas previas para quienes piensan en iniciarse? Algo como ayudar a decidir no sólo el diseño, dónde hacerlo y por qué lo queremos, sino si de hecho lo queremos.

Yo nunca he podido comprometerme con un tatuaje, así que me acogí a la posibilidad de probar uno que no lo es y que dura una semana: un dragón hecho con aerosol cubre mi brazo izquierdo.

Algo así, en la convención londinense, es un verdadero fraude. Los fanáticos pueden detectar un tatuaje falso a kilómetros de distancia. Se lo enseño a dos jóvenes y me devuelven una mirada de pena.

"No es genial", opina Bren McCown, un neozelandés que presume de su cabeza cubierta con motivos tribales de Samoa.

Enseñar el dragón a mis seres queridos, tampoco los deja indiferentes. A mi madre le gusta, dice que es bonito y parece un estampado. Mi padre buscó sus anteojos y luego se echó a reir. La reacción más extraña llegó cortesía de mi sobrina de dos años, me dijo que me lavara.

A mí me gusta, porque veo su decoloración y porque, como la moda, no durará mucho. Es una imagen nueva, como un color de labios diferente, y punto.

Pero Tariq Ali no tiene tanta suerte. A los 15 años, él y su novia resolvieron que se pondrían un tatuaje, cualquiera. Terminó en su brazo con un dibujo de la muerte, pero sin la típica hoz, con una calabaza.

Ahora, con 37 años y un hijo, no esconde que está arrepentido. "Habíamos bebido, no fue algo pensado y planeado. Sólo sabía que estaba allí para hacerme un tatuaje".

"Un amigo se quitó uno con láser, pero le dejó una cicatriz. Ahora se ve peor que antes. He pensado en cubrirlo con otro, pero si resulta mal lo que conseguiré es multiplicar la vergüenza. Tengo que convivir con él".

El preparador físico Alan O'Mahony, de Cork (Irlanda), lamenta su tatuaje de forma parecida. A los 16, en un ataque de patriotismo, se hizo una bandera irlandesa sobre un harpa. Tiempo después, en el otro hombro se hizo un jefe indio.

Doce años después, comenta cómo no le gusta su evolución. "Hacía boxeo tailandés en aquel entonces y estaba en muy buena forma. Según han cambiado mis brazos, los tatuajes se han ido distorsionando y ahora se ven horribles, nada bien".

"Ojalá alguien me hubiera advertido de cómo los tatuajes pueden cambiar de forma, porque lo hubiera pensado dos veces. Ahora siempre trato de cubrirlos. Al final no es sino algo de tinta en el brazo, pero la gente te prejuzga".

No hay artista con reputación en el mundo del tatuaje dispuesto a hacerle uno a un menor de edad, y sobra decir que tampoco a alguien que ha estado bebiendo.

Los autores tienden a hablar sobre el dibujo antes de hacerlo, para darle al receptor una oportunidad de pensarlo bien.

Pese a todo, quienes se dedican a retirarlos también tienen mucho trabajo.



Las cinco razones para borrar un tatuaje

·El nombre de una expareja.

·Una mujer que va a casarse y piensa que no le queda bien con el vestido de novia.

·No es lo que esperaban.

·Ser padre.

·Ya no le gusta.

Fuente: The Body Clinic

Jonathan Sheril dirige The Body Clinic, donde su personal lleva 15 años retirando tatuajes. "Hemos borrado miles y miles de tatuajes, y de lejos, el más común es el nombre de una expareja".

"Lo que no voy a entender nunca es cómo es posible que cada semana nos llame alguien diciendo que está a punto de hacerse un tatuaje para preguntar qué se puede hacer para retirarlo", dice Sheril.

La técnica del láser cuesta en Londres el equivalente a entre US$80 y US$240 por sesión, y, en función del caso, pueden ser necesarias de ocho a doce, todas en un mes.

Se siente como si alguien sacudiera repetidamente la piel con una banda de goma, y no es un proceso seguro. Algunos desaparecen por completo, otros se emborronarán y, en los desafortunados, como el amigo de Ali, deja una cicatriz.