www.Elnuevoherald.com
Séptimo Día
Sheril Kirshenbaum
En la década de 1960, los jóvenes estadounidenses cuestionaban las tradiciones sociales, impulsaban el movimiento feminista y celebraban la libertad sexual. Hoy se han convertido en la generación divorciada.
Si bien en los últimos 20 años la cantidad total de divorcios ha declinado en los Estados Unidos, se ha duplicado en el caso de los estadounidenses mayores de 50. En la actualidad, más de 1de cada 3 personas de esa categoría ha puesto fin a un matrimonio.
Sin duda las causas han sido muchas, entre ellas el síndrome del nido vacío, la crisis de la mitad de la vida, la mejor salud ya avanzada la mediana edad (lo que permite contar con energía para tener aventuras extramatrimoniales), y hasta el deseo de eterna juventud de una generación egocéntrica.
Sin embargo, hay una fuerza que contribuye a la ruptura de esos matrimonios y que ha sido objeto de menos atención: la gente que ahora se acerca a la edad de jubilarse no estaba preparada para un cambio de panorama tecnológico, que le permite volver a conectarse con el amor.
Más del 80 por ciento de los abogados de divorcio que encuestó hace poco la Academia de Abogados Matrimoniales de los Estados Unidos -AAML por la sigla en inglés- dijo que en los últimos años ha presenciado “un aumento de la cantidad de casos en los que se usan pruebas relacionadas con las redes sociales”.
Si bien es difícil establecer de forma concluyente la causa y el efecto, parece probable que Internet haya elevado el nivel de divorcios en la generación que nació al terminar la Segunda Guerra Mundial.
Nancy Kalish -una profesora de psicología de la Universidad Estatal de California, Sacramento- sospecha que las comunicaciones online pueden derivar en crecientes cantidades de lo que llama “aventuras accidentales”, con lo que se refiere a que involucran a personas que no tienen previsto tener una relación extramatrimonial física ni emocional. Kalish analiza parejas que se reencuentran después de años.
Antes de que existiera la Internet, cuando alguien quería rastrear a un antiguo amor tenía que hacerlo mediante el trabajo de ubicar a un amigo o familiar que hiciera el contacto. “A menos que se tratara de personas solteras, divorciadas o viudas, lo habitual era no que no lo hicieran”, me dijo Kalish.
El reencuentro
Ahora, sin embargo, los fantasmas del amor pasado cobran vida online, aparecen en los servicios de chat y mandan saludos por Facebook. En el siglo XXI, los viejos amigos están virtualmente al alcance de las puntas de los dedos, y un correo electrónico en apariencia inofensivo que se le envía a alguien con la inocente intención de “tener noticias” puede ir más lejos con rapidez.
Muchos de quienes tienen aventuras accidentales le dicen a Kalish que, antes de perderse, tenían un matrimonio feliz. “De todos modos son responsables de las aventuras, por supuesto, ya que nadie los obligó a escribir, a llamar ni a encontrarse en una habitación de hotel”, dijo Kalish. “Pero es probable que se trate de personas que no habrían sido infieles hace años, ni siquiera con un viejo amor”.
¿Qué hace tan atractiva la posibilidad del reencuentro?
El cerebro suele romantizar el pasado, y lo hace de formas que a veces escapan a nuestro control consciente.
Recordar gente, lugares y experiencias puede afectar la química neurológica.
Años o décadas después de finalizada una relación, el nombre o la fotografía de una ex pareja tienen la capacidad de despertar algunos de los mismos sentimientos que impulsaron el romance en un primer momento.
Pueden causar, por ejemplo, una mayor captación de la sustancia química cerebral dopamina, lo cual, a su vez, puede impulsar sentimientos de deseo, y hasta de anhelo, en relación con esa persona.
El recuerdo también puede derivar en un aumento de la serotonina, otro neurotransmisor, y eso puede desencadenar pensamientos obsesivos.
Por último, está la oxitocina, una hormona que opera en el cerebro.
Recientes investigaciones de la Facultad de Medicina Mount Sinai en Nueva York sugieren que la oxitocina propicia la sensación de apego a otros y que en mucha gente también fortalece los recuerdos positivos de relaciones estrechas.
El amor perdura
En otras palabras, los sentimientos fuertes no necesariamente desaparecen luego de una ruptura, y hasta pueden mantenerse durante muchos años.
Estimular la memoria puede liberar las sustancias químicas correspondientes, que luego pueden reanudar su efecto sobre nuestras emociones y conducta.
Si esos sentimientos llevan a las dos personas a acordar un encuentro, pueden surgir tentaciones aún mayores.
La voz, o hasta el perfume de un antiguo amor, pueden desencadenar muchos recuerdos vívidos que se encuentran almacenados en el hipocampo y la corteza frontal del cerebro.
La naturaleza de los seres humanos hace que, por más que se tenga una intención platónica y liviana, un reencuentro de pronto pueda convertirse en algo muy íntimo.
Eso no equivale a decir que la gente no puede controlar sus propios actos cuando hay emociones fuertes de por medio, pero las reuniones vía Internet pueden constituir un desafío mayor que el previsto.
Un click con el mouse puede terminar por reencender una vieja llama difícil de apagar.
--------------------------------------
Sheril Kirshenbaum es investigadora del Centro Internacional de Política Medioambiental y Energética de la Universidad de Texas y autora de The Science of Kissing. Las opiniones que expresa son personales.