Revista Literatura

3ª Parte Erick el Rojo Capítulo 1

Publicado el 06 febrero 2013 por Descalzo

EL VIAJE DE BRENDA O LOS PIES DE LA NOVIA

3ª Parte

Erick el Rojo


Capítulo 1
Brenda Diermissen fue secuestrada por amor, cuando en la Ciudad de las Descalzas empezaba la temporada de lluvias
Este párrafo corresponde al tomo XVIII de los Anales Descalzos, monumental obra perdida de la que Steiner transcribe pasajes enteros en su biografía de varios tomos sobre Erick el Rojo.
La cita hace referencia a una costumbre ancestral que se practicaba en la comunidad de bandidos. Cuando Erick o alguno de sus hombres deseaba a una mujer, debía raptarla, de preferencia durante la noche y a caballo para hacer gala de sus destrezas equinas. El plagio era el principio de una ceremonia que culminaría en un acuerdo nupcial con más cláusulas y requisitos que los celebrados en la sociedad civil En el campamento, la mayoría de las damas no tenía familia presente, por lo que faltaba un elemento clave en el ritual del secuestro: la oposición de los parientes que en otras culturas acudirían armados a rescatar a la doncella.
Aquella madrugada, el secuestrador había inmovilizado a la joven con la aplicación de una fuerte presión en el cuello y ahora galopaba con ella en la grupa. Brenda permaneció conciente en todo momento y al principio atribuyó el rapto a  una venganza por el movimiento que iniciara en favor de los derechos de las mujeres.  El olor del hombre era el mismo del que la arrebatara en sueños unos meses atrás  en la posada de Magdalena; igual fragancia había sentido cuando el propio Erick el Rojo le sirviera comida en su llegada a la Ciudad de las Descalzas. No era sólo tabaco y traspiración, sino un vaho propio que le daba a la piel una identidad precisa, inconfundible; diferente a todo lo conocido.
El caballo descendió una rampa de tierra entre dos paredes de roca viva y la muchacha presintió que entraba a los túneles que se extendían debajo de la Ciudad de las Descalzas. Nunca los había recorrido; según le contaran, se extendían por millas hasta el centro de Alemania. La oscuridad y el silencio fueron casi totales. Sólo de vez en cuando  destellaban antorchas de resina insertas en las paredes y  llegaba hasta ellos el lejano fragor de un río subterráneo.
Se detuvieron de pronto y el jinete descendió de la bestia con Brenda en los brazos. La muchacha vio el techo iluminado de una habitación; las molduras flordelisadas en yeso y los apliques dorados, le recordaron a su casa paterna. Pudo mover las manos y las agitó en un tardío gesto de rechazo a su secuestrador. Poco a poco, la energía volvió a sus miembros como un hormigueo en brazos y piernas. Cuando logró girar el cuello, vio un par de pies descalzos de mujer cerca de su cara. La pulsera que rodeaba el tobillo izquierdo, formada de medallas que reproducían la vesica piscis, indicaba que estaba frente a una miembro de la Cofradía. Lentamente se incorporó, comprobando que el raptor no estaba en la habitación. Al dominar la  lengua, preguntó dónde estaba y quién la había llevados hasta allí. La joven, de cabellos negros y rasgos finos, se acercó a ella, la besó suavemente en los labios y  se inclinó sobre sus pies aplicando el  llamado Masaje del Ojo, que servía a los miembros de la Cofradía para reconocerse entre sí. 
Con voz lenta anunció que su nombre era Java y sólo estaba autorizada a informar a Brenda que la había traído hasta el lugar alguien de importancia y que en su momento se presentaría para conversar con ella y dar razón del secuestro. Allí, la joven podía disponer de todo lo necesario y señaló un baño donde a través de un curioso dispositivo, una tina se llenaba con agua caliente.
Brenda estaba tranquila. Años más tarde al contar la aventura, explicaría que a pesar de la gravedad, vivía aquello como una broma; entre las  cofrades eran frecuente las jugarretas y en cualquier momento las vería surgir de los rincones, riendo a carcajadas.
Cuando Java se fue, Brenda revisó el lugar: muebles modestos pero confortables. Una de las puertas daba a un patio, cubierto por un muro con púas en la parte superior. Al ver aquello supo que el secuestro no era una broma  y recordó los relatos de las cofrades; el rapto era el medio que usaba Erick el Rojo para desposar a una joven de la Cofradía. En el dormitorio descubrió varios vestidos   en un closet y   los revisó hasta dar con una prenda antigua que la cubriera por completo. También encontró un par de zapatos cerrados, y por primera vez desde que llegara a la Ciudad de las Descalzas, ocultó sus pies.

En el único reportaje, realizado a Erick el Rojo y que fuera publicado en 1889 por el Herald Tribune, el periodista cuenta que debió cumplir con numerosos trámites ante empleados y jerarcas del Imperio Austro Húngaro. Luego de una clandestina evaluación en la que se votó repetidas veces con bolas blancas y negras, como en la Masonería, la misma Isabel de Baviera, aprobó la entrevista entre el reportero y el famoso ladrón.

Un carruaje  llevó al periodista a la pequeña ciudad de Rosenstrauch en Alemania. Allí le obligaron a vendar los ojos, y fue conducido a un área desértica.  Le quitaron la venda, ordenándole que permanezca de pie, sin volverse, hasta que llegaron un par de hermosas jóvenes descalzas que caminaban sin dificultad por el suelo cubierto de piedras puntiagudas. Lo tomaron una de cada brazo y lo condujeron a la cima de una colina que daba al mar Báltico. Allí lo esperaba Erick el Rojo, de espaldas, mirando el horizonte con los brazos cruzados. Las jóvenes indicaron al reportero que antes de iniciar la entrevista, debía esperar que el bandido hablara. Pasó media hora antes que pronunciara la primera frase “Mi objetivo no es sólo despojar a los ricos de lo que poseen, sino cambiar el mundo…”
Mientras permaneció en el interés de la gente la figura de Erick el Rojo, aquel reportaje se consideró el documento más consultado sobre su vida. Los seis tomos de la tercera edición de la biografía de Steiner, se complicaban por las extensas alusiones al contexto mítico que rodeara al bandido. Frente a esto, la reseña periodística fue una síntesis completa del perfil del personaje. Hijo inesperado de una mujer de noventa años, desde niño fue protagonista de hechos extraños, que algunos consideraban milagrosos. Un movimiento importante de campesinos y gente humilde de Europa Central, lo adoraba como a un Mesías. Sus padres, creyeron firmemente en la profecía que un anciano realizara en su nacimiento y que lo definía como un hombre llamado a realizar grandes hazañas. Por eso brindaron a su hijo una educación digna de nobles y realizaron sacrificios para contratar a maestros y a clérigos que lo introdujeran en la literatura clásica y le brindaron una sólida formación.
Así, Erick se destacó tanto en el estudio y en la literatura, como en los deportes, la esgrima y el uso de las armas. A los dieciocho años tomó la decisión de formar su grupo de ladrones y el reportaje transcribe una carta de despedida a sus padres; precisa que ambos ancianos no pudieron recuperarse al saber que su hijo se dedicaría al crimen y murieron poco después.
En sus primeras andanzas como asaltante de caminos, un viaje a Hungría lo conectó con la casa real. Brillante como orador y haciendo gala de destreza en el manejo de la espada, se destacó en la nobleza del imperio. Dice Steiner que Erick el Rojo parecía hecho para los salones.
Fue  amante de la emperatriz y al poco tiempo, por su intermedio, logró disponer de una zona de más de mil acres donde se formó la comunidad compuesta por ladrones, druidas, mujeres descalzas y las damas de la nobleza que eran secuestradas en los asaltos. A algunas las devolvían por dinero, pero la gran mayoría, preferían quedarse en el refugio, como amantes del bandolero o de algunos de sus hombres más cercanos. Lentamente se formó una importante red de inteligencia que comprendía a todos los países de Europa; entre sus muchas actividades, Erick la utilizaba para secuestrar y llevar al refugio a los hijos de las mujeres que decidieran quedarse. Allí vivían junto a sus madres, y con el paso de los años, muchos de ellos formaron parte del ejército de bandidos.

En el tomo tres de la biografía de Steiner, puede leerse como acápite, en letras mayúsculas y en fuente destacada “De un hombre se debe recordar su plenitud, no su decadencia” . El autor explica que esta máxima debía aplicarse a la vida de Erick el Rojo, cuyo florecimiento se produjo entre los veinticinco y los cincuenta años. En ese tiempo, se le atribuyeron milagros y algunos poderes psíquicos, como lograr la levitación de pequeños objetos o trasladarse en el tiempo; el autor asegura que nada de esto ha sido probado, aunque   los druidas, guardaban celosamente sus orines, a los que mezclaban con s resinas y savias de ciertos árboles para elaborar un elixir de inmortalidad.

Steiner, que vivió cerca de un año en la Ciudad de las Descalzas y llegó a tratar diariamente a su jefe, lo considera un hombre de avanzada, un visionario; alguien que desde la trasgresión, poseía el poder político de los grandes líderes. En ese tiempo, la Cofradía de Mujeres Descalzas, dirigida por Benita Garmendia, formaba un gobierno conjunto con los druidas. Resolvían conjuntamente las cuestiones cotidianas y elaboraban decisiones políticas  a las que ponían a consideración del líder, quien tenía siempre la última palabra.

Quien haya vivido en la Ciudad de las Descalzas, puede afirmar que ha respirado el perfume del paraíso, asegura Steiner, pero la realidad no estaba ni en esa imagen idealizada ni en el infierno descripto por los gobiernos de Europa y las Logias de Zapateros que intentaban frenar el avance del bandido. Erick el Rojo no era más que un hombre y el imperio que fundó reprodujo los vaivenes cíclicos de las grandes civilizaciones: su lenta formación, una época de gloria que pareció eterna y por último la etapa lenta, pero fatal de la caída.

La mansión se levantará sobre la colina de una ciudad suburbana en el norte de Europa. . La zona siempre habrá sido azotada por los vientos del norte, pero al adquirir el solar, se ordenaría la plantación de bosques y la construcción de altas barreras en torno al terreno para evitar el viento y la lluvia. Con esto y con la influencia de los  rituales de la Cofradía, la residencia dispondrá de un clima propio. Los residentes y los invitados, se asombrarán de la luminosidad de los días y del  sol brillando siempre en cielos despejados, mientras que un par de millas más allá, el viento y la llovizna azotarán a los habitantes de la ciudad. En el predio, tres granjas brindarán a la mansión alimentos frescos, por lo que no será necesario acudir a las proveedurías. La extensión del perímetro, permitirá que se levanten una escuela, una iglesia y un pequeño cementerio para los empleados y sus familias.
Aquella mañana dos criados entrarán a la habitación de los cristales con un pastel de hojaldre relleno de dulce de manzanas que la noche anterior las sirvientas prepararan laboriosamente para la invitada. A pesar de su firme intención de controlar los modales frente a la servidumbre, Terencia se atragantará con la pasta dulce y crocante y tendrá un ataque de tos. Con  una sonrisa, su anfitriona le brindará una taza de té y  llamará a Eustaquio, el criado negro para que golpee su espalda.
— Esta gula no es propia de mí — confesará la huésped  con tono de amargura — en esta casa hay un centro magnético  de carácter malévolo. Alguien manipula mis emociones y me aparta cruelmente del entrenamiento que me brindara la escuela de Mesmer.

Brenda la mirará sonriendo y beberá unos tragos de té.


   Sabes que eso no es así. Tu integridad emocional, tu aparente serenidad, el pretendido armazón dogmático que se centra en las teorías magnéticas se está derrumbando y pones la culpa en un ataque exterior.
Terencia mirará a su amiga con una expresión cercana al odio; recordará otras situaciones en que por palabras mucho más suaves, se habría ofendido; pero el hojaldre estará delicioso y las luces reflejadas por los cristales mongoles, no sólo despertarán su hambre, sino que la llenarán de una suave modorra. Por un momento pensará que el supuesto imán dirigido contra ella no tendrá importancia y sentirá el placer del dulce bajando por la garganta como una serpiente tierna y rosada. Deseará  que su amiga y anfitriona continúe con las  historias.
— Recuerda querida Terencia que dejamos a Brenda cuando se entrevistó con Dorika Harsany, la madre de su novio, quien también pertenecía a la Cofradía de Mujeres Descalzas. Ella admitió que, el hábito de marchar con los pies desnudos, en vez de ser denigrante, propio de las criadas o de las campesinas, se había convertido más que una moda, en una religión. Paseos, compras, fiestas; en aquella ciudad las mujeres jóvenes realizarían descalzas todas sus actividades. El pie reemplazaría en importancia a otras partes del cuerpo y se dice que entre las damas, su cuidado llegó a tener más valor que las nuevas modas encargadas de resaltar la cintura, las caderas o los senos. Con el tiempo, las logias de zapateros de toda Europa combatirían esta costumbre, y fue tal su poder que en dos generaciones lograron que las damas olvidaran la fiebre de caminar sin calzado, resucitando la triste tendencia a encorsetar los pies. Volviendo a lo nuestro, al regresar a casa de su hermano, Brenda tenía dos preocupaciones, la primera ya la conoces: saber qué había pasado con Pablo. Todo aquel año cíclico, como llamara al período en que se alejara de la posada de Magdalena hasta que los hechos la llevaran a retomar su viaje, estuvo convencida que ella había matado a su novio cuando en sueños, clavaba aquel estilete en su pecho. Ahora no sólo tenía dudas, sino que desde la charla con su futura suegra, estaba segura  que Pablo se había perdido en algún recodo del mundo intermedio y que podría convocarlo para que regrese.
El otro motivo de preocupación, surgió del sueño que tuvo esa tarde, cuando llegó cansada, y previendo que en la noche debería salir, se recostó y se durmió.
En este punto, Eugenia, la criada, llamará  a Brenda para que tercie en un problema doméstico. La  anfitriona pedirá disculpas a la intrigada Terencia, quien luego de restregar nerviosamente sus manos, decidirá seguir con la torta rellena de crema. Paredes blancas, una cama sencilla, como la de los monasterios, una pequeña mesa y la reproducción de un cuadro que mostraba el incesante trabajo en una panadería. Años después al contar lo ocurrido, Brenda definió la habitación a la que la habían llevado como una cárcel de lujoSobre la mesa había papel, tinta y una pluma. La muchacha escribió algunas frases, impresiones, opiniones y lentamente fue redactando algo que parecía una declaración de principios. “en cualquier momento se abrirá la puerta de esta habitación y entrará por allí el jefe de los ladrones, reclamando mis primicias. Él es un hombre culto, lo que me permitirá tener un diálogo razonable, propio de dos personas civilizadas. Entonces le diré que no lo puedo amar que debería seducirme, ganar mi corazón y para eso se requiere de tiempo, de mucho tiempo. No puede raptarme como un salvaje y exigir que me someta a sus caprichos.”Al terminar de escribir, decidió permanecer despierta. En caso de llegar de pronto Erick el Rojo,  deseaba confrontarlo. Tomó un libro de un estante pequeño, se reclinó en el sillón y trató de leerlo, pero no tardó en quedarse dormida.
Soñó con una fiesta que se realizara en su honor el día en que cumpliera dieciséis años. Desde niña había rechazado la frivolidad de los festejos cortesanos, pero su madre y las criadas alegaron que debía asistir; su tío el duque organizaba la celebración y no podía desairarlo.Durante semanas, la servidumbre había recogido hierbas de San Juan que crecían en un campo vecino. Al hacerlas hervir en grandes ollas de hierro, se obtenía un tinte rojo que en esa oportunidad sirvió para cubrir el tono crudo del vestido que Brenda debía usar aquella noche. Un par de años antes, cuando la muchacha había cumplido catorce, utilizaba esa misma hierba en forma de infusión para tratar los síntomas de una leve depresión juvenil. Ahora le había dado un majestuoso color a la prenda, larga hasta los pies y cruzada por una banda negra a la altura del pecho.Cuando faltaba una hora para la llegada del carruaje que debía conducirla a la fiesta, las criadas ayudaron a vestirla. La hermana de Brenda le sugirió en broma que si se aburría, podía chupar la tela para embriagarse del suave bienestar que le producía el extracto de la hierba.Ya en el salón, bailó algunas piezas con un joven de apariencia tímida; del cúmulo de hombres que reclamaban su atención, no era el más elegante ni el más atractivo, pero la divirtió que mirara durante más de una hora sus pies, enfundados en los zapatos que  su madre encargara a una famosa casa de París. La muchacha nunca había sido hábil para la danza y al terminar la segunda pieza, tropezó y se torció un tobillo. Dejó que el acompañante la sostuviera del talle y la llevara a la cocina donde los criados preparaban los entremeses. Aceptó por parte del joven el ofrecimiento de examinar la lesión. Sentada en una silla, adelantó el pie, mientras su compañero se arrodillaba junto a ella. Con manos temblorosas le quitó el zapato y apenas tuvo en las manos la delicada planta, su cuerpo se agitó y levantó la cara; estaba rojo y una vena latía con fuerza en la frente.Puede besarlo, musitó Brenda y nunca olvidaría la expresión de agradecimiento del muchacho ni la larga presión de los labios húmedos en el empeine.Antes de la fiesta, un par de criadas se habían demorado horas en lavar sus pies con agua tibia, sumergirlos en sales relajantes, cubrirlos de ungüentos suavizantes y cortar artísticamente las uñas. Ahora, luego de meses de caminar descalza, el barro formaba complicados dibujos en talones y plantas; la tierra se había acumulado debajo de las uñas y en el empeine izquierdo tenía una profunda herida con forma de pájaro que empezaba a cicatrizar. La muchacha se preguntó si aquel joven reaccionaría con el mismo éxtasis sensual de aquella noche al ver sus pies resecos, sucios y con sangre pegada. También hubiera deseado saber si ella misma, luego de vivir varios meses enla Ciudadde las Descalzas junto a Erick el Rojo, de aprender a danzar salvajemente, a cabalgar sin montura y tener gustos similares a los hombres, podría ser atractiva para alguno de aquellos burgueses, empeñados en imitar los gustos de la nobleza.

En mil ochocientos setenta y uno, la Comuna de París llegó y se fue como un vuelo de pájaros súbito, fulgurante y trágico; a pesar de su final, dejó en todos la convicción que era posible crear una sociedad nueva basada en la insurgencia contra el poder oficial. Veinte años después, surgió en Europa otro intento de construir una civilización y una cultura enfrentadas a las clases dominante. A diferencia de la Comuna — un desborde atonal de anarquistas y marxistas, sin líder definido — la Ciudad de las Descalzas se edificó en torno a la figura de Erick el Rojo. Por esto, muchos discuten si en vez de república burguesa o socialismo, no fue una monarquía absoluta.
Para Steiner, el ensayo político de Erick el Rojo se basó en principios místicos, por lo que sería legítimo calificarlo de Teocracia. La motivación que brindaba a sus hombres, nunca se limitaba a una recompensa material y en todo momento acentuaba las raíces espirituales de la conducta. La organización social y  política de la Ciudad de las Descalzas se basó en un sistema dinámico de estamentos, donde al sacerdocio — la jerarquía más elevada — era la Cofradía, dirigida por Benita Garmendia. Los guerreros se dividían por un lado en el pequeño y efectivo ejército de Erick y por el otro en los druidas que regulaban cantidad de rituales y también combatían junto a él, convencidos que bajo su dirección se restablecería el antiguo poder de su cultura.

Las relaciones entre estas castas no eran totalmente armónicas aunque uno de los talentos del líder fuera mantener una estabilidad a través de la alianza y la lucha. Periódicamente renovaba tratados que se basaban en el movimiento del cielo y en las necesidades de la tierra. Steiner afirma que el conocimiento que el mítico bandolero tenía de las leyes del cosmos, le permitía mantener el delgado y sutil equilibrio entre las fuerzas que cimentaban la Ciudad de las Descalzas.
Las acciones militares del salteador, se basaron en una táctica de los indios que habitaban el territorio argentino. La llamaban Malón, y hasta la década de 1870, fue usada para asolar las pampas o llanuras de ese país. Los aborígenes, todos excelentes jinetes como el mismo Erick, irrumpían en un pueblo en medio de la noche y con inaudita rapidez, degollaban a los hombres y secuestraban a las mujeres mientras otros grupos se dedicaban a robar. Se pintaban los rostros, y quienes fueron testigos y sobrevivieron, afirman que los gritos helaban las venas, y las víctimas, inmovilizadas por el espanto, no atinaban a reaccionar.


Cuando volvían a la Ciudad de las Descalzas con el botín y las mujeres secuestradas, Erick ordenaba que se detuvieran en el frondoso bosque del sur. Allí esperaban el amanecer y con los primeros rayos, el jefe de los ladrones enviaba a un joven como mensajero a fin de anunciar a las mujeres la próxima llegada de la tropa. Cerca del amanecer, estallaba una fiesta de bienvenida con guirnaldas, música y baile.
Cuando se le preguntaba a Erick el por qué de tal actitud, se limitaba a afirmar que los bandidos acababan de librar una pequeña guerra en la que se habían apoderado de riquezas y mujeres, pero que de allí en más los esperaba la Gran Guerra Sagrada, es decir el enfrentamiento con ellos mismos. El papel del mensajero era alertar a las mujeres que podían estar con sus amantes y anunciarles que sus esposos se iban a presentar. Si bien en el refugio predominaba el amor libre, el líder conocía lo suficiente la naturaleza humana como para prever las reacciones de los hombres que lo secundaban.
Todos los que estudiaron la vida del bandolero, coinciden en que un hilo mítico atravesó su existencia y guió cada uno de los actos. Esta tendencia se habría acentuado en los últimos días al volcarse a un espiritualismo a ultranza, que desequilibró el sutil balance de la Ciudad de las Descalzas e hizo tambalear el imperio. “Cabe preguntarse — reflexiona Steiner — si el espíritu es enemigo del cuerpo como afirman algunas doctrinas. De ser así, la vida de Erick el Rojo sería una demostración de tal verdad”.

En aquellos días de principios del siglo XX, Brenda y su familia vivirán felices, lejos de los sufrimientos de la enfermedad y la muerte, que según las lecturas orientales de la dueña de casa, serían las calamidades propias de la existencia.En la somnolencia que le producirá atragantarse de exquisiteces Terencia, escuchará la voz de Brenda narrando historias fantásticas y por momentos dormirá profundamente, pero soñará con el relato y se considerará ella misma la protagonista. En otros momentos la narración le producirá el súbito e inexplicable deseo de descalzarse, y se limitará a quitarse los zapatos debajo de la silla.La criada Eugenia llegará con un par de bandejas repletas de masas marrones que al probarlas se disolverán en la boca con una mezcla de sabores exóticos..   Brenda a despecho de mis creencias basadas en la ciencia positiva, te ruego que sigas con la historia.    Debo reiterarte, y vaya como aclaración, que mi relato es doble y procuraré que las líneas narrativas confluyan en algún punto del desarrollo.    Entiendo lo que me dices: el contenido  carece de lógica, pero  tú buscas trasladarla a la forma del relato.   ¿Por qué no? ¿Qué hay de malo en eso? Yo no lo llamaría lógica, sino simetría, armonía externa. Eso es lo que debe trasuntar una historia … Pero sigamos querida amiga. Ahora te contaré un sueño de esa otra Brenda, dispuesta a rescatar a su novio supuestamente perdido en el mundo intermedio. Sueño que marca la otra gran preocupación que atenazaba su vida.  En él, era la dama de compañía de Sissi, la Emperatriz y marchaba llevándola del brazo hacia el vapor “Miramar”. La joven sabía del atentado y estaba dispuesta a salvar a la reina. Cuando viera al asesino, empujaría a la soberana para ponerla fuera del alcance y gritaría pidiendo auxilio.
Corpulento y con largos bigotes, Luigi Lucheni, el anarquista, llegó al puente. Brenda abrió la boca para gritar, pero no pudo. La reina era más pequeña que ella, como si la edad la hubiera encogido. Le bastaba tirar de su brazo para hacerla girar y ponerla a salvo del ataque, pero no pudo moverla. De pronto, la emperatriz se volvió y la miró con ojos tristes.

“Déjame morir. Estuve esperando este momento durante muchos años. La muerte es como un reducto donde calmar mi angustia; es la libertad anhelada por el detenido; es un soplo de aire fresco en la mitad del verano. Ahora que finalmente llega, no me apartes de ella.”
La mano del asesino, golpeó el pecho; el cuchillo se hundió en el corazón real y en ese momento Brenda despertó entre gemidos y palpitaciones.

Entonces advirtió que la emperatriz Isabel de Baviera, conocida como Sissi, había muerto mientras ella estaba en el campamento de Erick el Rojo, pero ahora, en el curso de aquel año circular, que volvía a los orígenes,  la reina aún estaba viva. Brenda conocía los detalles del atentado y podía hacer algo para prevenirlo. Por lo pronto escribió un detalle de todo lo que ocurriría, del viaje de real en el vapor Miramar, y los datos que recordaba de Luigi Luscienti. Al terminar buscó a su hermano y se lo entregó. “No me preguntes como lo supe pero tú  puedes hacer algo para evitarlo. El atentado se producirá el diez de setiembre de 1898, exactamente dentro de treinta días.
Brenda debía salir en menos de una hora, de modo que no tenía tiempo para responder a preguntas; además de no podría explicar cuál había sido la fuente de aquella extraña profecía. “No importa como lo supe; te ruego que hagas algo— imploró —. Tú tienes los recursos suficientes para saber si estos datos son ciertos y de comprobarlos, hacer que lleguen a oídos de la Reina y de su guardia personal.
En los primeros días de su secuestro, Brenda sólo recibía visitas de Java, la muchacha que estaba a su servicio. Al sonar los herrajes de la puerta, se sobresaltaba y suspiraba de alivio cuando veía a la cofrade descalza agitar su larga cabellera. Llegaba con comida, broches para el cabello y cremas y lociones meticulosamente preparadas por los druidas, así como sustancias que arqueaban las pestañas o delineaban las cejas. Al aplicarse a la piel de las mujeres, brindaban tonos naturalmente rosados en las mejillas y una luminosidad especial en los rostros.  Ambas jóvenes permanecían horas pintándose una a la otra, riendo y a veces jugando como niñas. 
Brenda descubrió de pronto que le importaba su apariencia. Diariamente Java lavaba sus pies con un cuidado que la joven nunca había encontrado en otras cofrades; al terminar, cubría las plantas con una pasta marrón de olor extraño que era inmediatamente absorbida por la piel. Durezas  y callos no eran frecuentes en la joven, pero aquel preparado aumentaba la suavidad y el brillo brindándole a la piel un matiz exótico.
Java se mordía los labios  y se excusaba de contestar cuando Brenda preguntaba acerca de Erick el Rojo. A pesar del silencio sobre la figura del bandido, confió a su cofrade detalles personales. Tres años atrás, vivía con sus padres en Italia, en la zona de La Toscana. Cuando el ejército del bandolero tomó y saqueó el lugar, Java se fue con ellos por propia voluntad.  Contaba con dieciocho años y ya pertenecía a la Cofradía de Mujeres Descalzas, donde había ingresado a los quince. Su padre en cambio, militaba en la Gran Logia de Zapateros de Europa, y si bien la joven mantuvo en secreto su afiliación a la Hermandad, llegó un momento en que no pudo ocultarlo y se produjo un fuerte enfrentamiento familiar. La noche que se marchó con el ejército de bandoleros, la entrevistó el propio Erick el Rojo. Java confirmó que iría a la Ciudad de las Descalzas por voluntad propia y pidió que respetaran a su familia, lo que el bandido cumplió fielmente.
La muchacha llegaba siempre a la caída de la tarde, con provisiones para el día y algunas frutas con las que preparaban jugo. En sus confesiones, narró a la prisionera algunos detalles de la vida en la Ciudad de las Descalzas, que no eran de conocimiento público. Fue la primera vez que Brenda se encontró con una cofrade que conociera detalles de la organización y de las campañas de Erick. En el relato citaba cifras, estadísticas, y detalles de la ciencia militar.
Antes de ser destinada a los túneles, Java había vivido un año en el campamento de los druidas. Por imposibilidad de desplazarse, Benita Garmendia debía contar con una cofrade que la represente frente a Melvin, el jefe de los sacerdotes guerreros. Brenda lo había visto muchas veces: corpulento, portaba gorro con dos enormes cuernos y miraba a todos con una expresión lejana y cruel. Se comentaba que despreciaba a las mujeres de la Cofradía, no hablaba con ellas y sólo lo hacía con Benita Garmendia en la tercera noche de luna llena. Entonces trataban cuestiones de política doméstica y  de principios, a fin de ajustar los vínculos entre los estamentos que formaban la Ciudad de las Descalzas.
Java contó también que desde la fundación del refugio, cuando Erick el Rojo levantara los tres pilares míticos, como llamaba a la Cofradía, a los druidas y a su propio ejército de seguidores, hubo dos planteos de Melvin al jefe de los ladrones que llevaron la relación con el bandolero a un punto cercano a la ruptura.
En la primera vez se cuestionó a Erick la aplicación de un tratado de las primeras épocas, que en las acciones de guerra, dejaba a  los druidas en la retaguardia. Si en una campaña la situación se complicaba, ellos debían apartarse del combate y realizar rituales propiciatorios para que todo mejorara. El fundamento era que, dada su condición de sacerdotes, debían apartarse del fervor de la lucha.
Melvin se opuso, alegando que sus hombres no eran mujeres para permanecer inmóviles mientras los demás se enfrentaban a la muerte. Al no tener respuesta del jefe de los bandidos,  hizo sonar tres veces el cuerno de guerra y apostó frente a la casa de Erick varios hombres armados para fundamentar el pedido. Dos lugartenientes del bandolero, encargados de la diplomacia,  discutieron con Melvin y lograron la firma de un tratado; del grupo de celtas que acompañaban a la tropa, dos de ellos cumplirían las funciones de sacerdotes, no interviniendo en la batalla. Los demás, formarían parte de la carga regular en un pie de igualdad con el resto de los hombres.
El segundo planteo de los druidas se produjo cuando en una de las campañas mataron a Lew uno de los mejores guerreros de los celtas. Entonces Melvin, contradiciendo su exigencia anterior, reclamó a Erick más seguridad; sus hombres debían cumplir funciones sacerdotales y no participar de aquel modo en las batallas. Otra vez un grupo de hombres armados se apostó ante la vivienda del jefe de los bandidos y presentaron una lista de varios puntos, que exigían una nueva respuesta inmediata. Esta vez, Erick se encerró en los túneles y demoró en responder. Los druidas  se instalaron entonces en varios puntos del bosque y un pequeño grupo tomó la isla del centro del lago, convirtiendo en un fuerte la vieja edificación. Las negociaciones llegaron antes que se desataran las hostilidades, pero la firma del nuevo tratado se demoró más de un mes y desde entonces las relaciones nunca fueron iguales.
Java era virgen, y debía ocuparse  de todos los asuntos relacionados con la organización  debajo de la tierra, en el sistema de túneles. Erick requería de una doncella cerca del centro de la tierra.
   Tú también eres virgen — dijo mirando fijamente a Brenda.   Claro, soy virgen de los pies.   No. Me refiero a que eres virgen del himen. Lo sé por cierta expresión húmeda de tus ojos y por la temperatura de tus plantas. Además, puedo ver un vapor luminoso que escapa de tu pubis.
La muchacha explicó que había nacido con ese don, y que en un voto privado realizado frente a Erick el Rojo, juró que nunca perdería la virginidad. — Tú en cambio, debes hacerlo — dijo a Brenda —Puedes negarte a tener hijos, pero por tu naturaleza es bueno que sientas el orgasmo; te brindará energía y fuerza. Tienes un destino muy importante que cumplir.Los pies de Java tenían un brillo leve, de color naranja que solía aumentar cuando hablaba con entusiasmo. Las plantas eran suaves y diariamente, al realizar los rituales propios de la Cofradía, Brenda los acariciaba trazando la cruz ritual; entonces percibía debajo de la piel tibia el rumor de  criaturas vivas que se deslizaban. 
Al irse la joven, Brenda tardaba en dormirse, y se asomaba al pequeño patio para examinar los muros enrejados y trepaba  las rugosas superficies con las plantas acostumbradas a todo tipo de suelo. Cierta vez, al asomarse, descubrió lo que parecía un caballo que corría de un extremo al otro. Iba a retirarse, cuando la bestia se volvió hacia ella y la miró fijamente con un par de enormes ojos azules. En medio de la frente tenía un cuerno, rojo en la punta, blanco en la base y negro en el centro.
Eric k el rojo era el apelativo de Atilio Bravante. Se discute si nació en la ciudad de Padua o en la Selva negra. En su adolescencia, antes de volcarse a la carrera criminal, fue novicio en una orden oriental. Aquí también se dividen las versiones;   algunos afirman que se trataba de una rama del budismo y otros del hinduismo. Lo cierto era que durante dos años de su vida, el joven practicó los diez principios de la vida contemplativa, asumió doscientos cincuenta preceptos y se sometió a fuertes penitencias corporales. Lo que se sabe de esa orden es que la enseñanza se basaba en el Bahavad. Guita al cual, según Steiner, el ladrón conocía de memoria en tres idiomas.En el noviciado, la noche anterior a los votos definitivos como monje, Erick el Rojo habría recibido una revelación que se hizo pública, ya que el bandolero lo contó muchas veces frente a sus hombres y fue incluida en el reportaje del Herald Tribune.“Mi vida de ladrón se debió a la intervención de una avispa: llegó durante la noche al monasterio y siguiendo la regla de los monjes, procuré alimentarla, pero se negó a recibir comida. . Detenida en  el marco de la ventana, dejó que viera su rostro y advertí destellos humanos en sus ojos. Volcó sobre mí un sueño súbito y supe por ella que todos los hombres formamos parte de un mismo ser; se me dijo que debía robar y asesinar, pero  con mis víctimas mantendría un sólido vínculo que nos uniría para siempre.. Desde esa noche soy partidario del equilibrio dinámico; cualquier cosa que hagamos, sea buena o mala, buscará inevitablemente su compensación para llegar a una simetría cósmica y final. No me interesa el éxito de mis hazañas, ya que tengo la certeza de que es lo mismo la victoria que la derrota. Toda acción conduce a ese instante de perfección que no es otra cosa que la imagen móvil de la eternidad.
Luego de este sueño, el futuro ladrón más celebre y culto del planeta, como fuera calificado por sus seguidores, se encargaría de formar un verdadero ejército para robar con medios simples y efectivos, el dinero y las mujeres que se trasladaban por los caminos de Europa.
En la mansión de Brenda Diermissen, todos esperarán las cuatro de la tarde como un devoto ritual. En ese horario, la dueña de casa ingresará al baño del tercer sótano, donde la entrada estará  prohibida para la mayoría de los criados. Durante  treinta minutos, la señora realizará abluciones, quitándose los zapatos y permitiendo que la intensa luz emitida por sus pies atraviese los pisos de la mansión y aumente la fuerza vital de criados y ocupantes de la casa. . Aquel fugaz descalzarse cotidiano se completará con la práctica realizada cada quince días, de permanecer aproximadamente una hora con las plantas desnudas. . En ambos casos, todos harán fila para recibir las bendiciones emanadas  de la señora.Esta vez, Terencia también esperará su turno para recibir aquel brillo que  días atrás conjurara transitoriamente su falta de energía.Sobre el final de la habitación principal, surgirán desde el piso dos proyecciones cilíndricas de color azul; llegarán hasta el alto techo de la mansión y lo traspasarán para iluminar tenuemente la planta alta. Luego atravesarán la pizarra del techo y se fundirán  con el resplandor del cielo. Los gruesos rayos temblarán moviéndose suavemente a un lado y al otro, siguiendo los impulsos de los pies de Brenda. Los criados cuidarán que  sus propias plantas desnudas, sean bañadas por aquella luz. Al terminar, regresarán a sus tareas con expresiones de felicidad y sonrisas de beatitud.Terencia, al llegar su turno, se abalanzará sobre los resplandores y gemirá de placer en el momento en que la luz entre en su cuerpo. Luego sin calzarse, volverá al sillón de la sala donde Eustaquio le alcanzará una bandeja de bombones artesanales. Diariamente, luego de desnudar sus pies, Brenda mostrará un rostro más jovial y una piel más tersa. Aquella tarde volverá junto a su amiga con el cabello suelto, un vestido negro y blanco y una larga falda debajo de la cual se advertirán las delicadas botas elaboradas por una zapatería de Bulgaria..Por la lozanía y frescura de su sonrisa  no aparentará más de veinte años.    Me alegra verte descalza Terencia, no por una cuestión de proselitismo hacia la Cofradía, sino porque, lejos de lo que la gente cree, el hábito de desnudar los pies, favorece la salud.
Terencia se reclinará en la mecedora, y rompiendo el protocolo que debiera mantener como huésped central de la casa, colocará las plantas desnudas sobre la pequeña mesa, junto al plato de bombones.   Ya estoy mejor, Brenda si es eso lo que quieres saber. Estoy mejor porque me has bañado con esa luz que sale de tus pies. No sé cómo lo haces, pero tus plantas cierran mis heridas energéticas, (así las llamaba el propio Mesmer). Antes que llegara a visitarte, me dijiste que en este lugar se ve la luna durante el día y se puede observar aún cuando el cielo esté nublado. Luego que la luz de tus pies me hubo bañado, el astro   parece normal; ya no está desviado, ya no presenta una joroba…   Querida amiga. Eso es algo que debiera repugnar tu lógica, ya que la posibilidad de que mis plantas alteren el equilibrio de la luna, implicaría que la desviación a la que aludes está en tu mente, y con ello darías a una pura subjetividad el rango de verdad científica; por otro lado, la hipótesis sería que el vaho, la nube, la bruma o aquello que sale de mis plantas, se eleva en la atmósfera y actúa sobre la dama de la noche, lo que no es así en absoluto; además, contradice las nociones más elementales de cualquier postulación astronómica.   No quiero analizarlo, Brenda. Sólo sé que el resplandor de tus plantas me hace bien.   Debes saber que la noche que escogiera la Brenda de mi relato era de luna llena, y además llovía como en el sueño en que matara a su novio. En las caballerizas de la casa de su hermano, se reunieron con Eufrasio, en una habitación cerrada.
“Mira mis pies Eufrasio y dime que ves…” pidió Brenda. Debes saber, Terencia, que hay una importante obra en mi biblioteca. No lleva título, sino tan sólo el tema del tratado… te mostraré el volumen Brenda tomará de un estante un grueso libro. En su cubierta se leerá en letras destacadas PEDIMANCIA. Debajo del título se verá un enorme pie cruzado de estrellas, luminarias y planetas, como si fuera un mapa astrológico.    “Pedimancia” es la adivinación por los pies. Eufrasio, la joroba de Cristino es el autor de este libro. Se trata de la segunda edición como puedes ver: todos los astrólogos, adivinos y ocultistas de Europa lo consultan diariamente.
El rostro de Terencia enrojecerá.
—Brenda me siento ofendida. Creo que piensas que por el trastorno en mi energía magnética he perdido la capacidad de razonar.   No entiendo, querida amiga. No he tenido la intención de ofenderte en ningún momento.   Pero lo has hecho. En primer lugar, afirmas que la joroba del cochero es un ser vivo, que puede emanciparse de su cuerpo una vez al año y convivir medianamente entre la gente. Hasta aquí lo acepto como una licencia simbólica, como un medio de acceder a tu historia, pero asegurar que la citada joroba es capaz de escribir libros que son un éxito en una rama del saber, es una exageración que destruye lo que podría haber de interesante en tu relato.
Sin contestar en modo directo, Brenda señalará el nombre del autor, incluido en una de las páginas interiores: Eufrasio Floro.
   Eufrasio no tiene apellido, pero fue necesario que figurara un nombre supuesto por exigencias de la edición. Lo que quiero destacar es que  la joroba era alguien con la ciencia suficiente para inclinarse sobre los pies de Brenda y a través de ellos discernir el futuro inmediato.
Eustaquio, el obsequioso negro, pidió disculpas por interrumpir a las señoritas, y depositó sobre la mesa otra bandeja de bombones. Explicó que habían macerado en azúcar y licor el cacao durante tres días; luego, a través de complicadas operaciones, se introdujo el relleno en cada una de las pequeñas piezas de aquella repostería artística, que ahora Terencia devorará. Al masticar, la furia dibujará caracoles rojizos en su rostro.

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