Aunque nos cueste creerlo, encontrarnos con un niño tirano cada vez es más frecuente y son más los padres que demandan ayuda profesional, desesperados por la conducta de su hijo. Por niño tirano entendemos aquel que impone su ley, que domina a los padres a su antojo y cuyas rabietas agotan a cualquiera.El niño tirano se cree con el derecho a manejar a su familia según sus deseos y a montar una escena de ira intensa si no se cumplen sus expectativas. No es capaz de tolerar las frustraciones cotidianas y aún menos ponerse en el lugar de sus padres, por lo que actúa con ellos haciéndoles daño con el único propósito de que cedan a sus peticiones.
El fenómeno que se produce es que el niño acaba siendo la autoridad en casa y los padres se sienten obligados a sucumbir a sus peticiones para evitar el estallido de cólera que se produce si el niño no ve cubiertas sus necesidades y caprichos en el momento. En casos muy extremos, el niño acaba agrediendo físicamente a sus progenitores.Según los estudios, parece que la genética puede influir en cierto modo y predisponer al niño a ser más agresivo que otros niños. También se ha podido comprobar que el niño tirano se encuentra más en familias de clase media o alta y que se da más en niños que en niñas, aunque poco a poco esta brecha de género se va igualando.
Parece ser que la educación es un factor precipitante clave para que el niño se comporte como un tirano con los padres. En particular se ha visto que los padres más permisivos y sobreprotectores tienen una mayor probabilidad de educar a un hijo que presente patrones de comportamiento similares a los descritos.
Las claves educativas que pueden crear un tirano
Si la educación tiene mucha influencia en cómo se comportará el niño, es necesario que los padres aprendan la mejor forma de educar a sus hijos. Es necesario que intenten evitar ciertas pautas, que se suelen llevar a cabo con la mejor intención, pero que pueden resultar contraproducentes a medio o largo plazo.Consentirle todo al niño
Si el niño es consentido en todo cuanto pide, empezará poco a poco a creer que tiene el derecho a que se le de aquello que pide de forma inmediata, sea lo que sea.No permitir que el niño se frustre
a frustración es una emoción normal y sana, forma parte de la vida. No todo lo que queremos que salga de una forma, al final sale de esa forma. A veces la vida nos da la espalda y hemos de aprender a tolerarlo.No saber tolerar la frustración acarrea muchos problemas emocionales tanto en niños como en adultos, pues queramos o no, la vida no está hecha a nuestra medida y nos vamos a encontrar con obstáculos bastantes veces.Si no enseñamos al niño a aceptar la frustración e intentamos por todos los medios que obtenga todo lo que quiere o le sacamos las castañas del fuego ante cualquier problema, estaremos creando un niño tirano, incapaz de interiorizar la idea de que el mundo no gira alrededor suyo.
Resolverle los problemas al niño
Es muy importante que los niños, desde muy pequeños, empiecen a resolver sus problemas solos o con una ayuda modesta. Cuando hablamos de problemas, nos referimos a pequeñas adversidades adaptadas a su edad.Por ejemplo, si el niño nos dice que le pongamos los zapatos, cuando ya tiene edad suficiente como para hacerlo solo y además sabe hacerlo, no debemos caer en la tentación de ayudarlo o hacérselo nosotros. Puede que ponerse los zapatos sea algo incómodo y lo más fácil para el niño sea recurrir a los padres, pero ese no es el camino.El niño ha de aprender que no siempre la vida es cómoda y fácil y que uno tiene que apañárselas solo.
Enseñarle que con hostilidad se resuelven los problemas
No podemos pretender que nuestro hijo no reaccione de forma hostil, si nosotros somos los primeros que cuando surge una adversidad nos ponemos coléricos, gritamos o hablamos de forma agresiva.Tenemos que ser conscientes de que los niños lo imitan todo de los adultos y sobre todo, de los cuidadores, así que tengamos cuidado de cómo nos comportamos nosotros.Aunque a veces acabemos cansados, creamos que vamos a explotar y que ya no podemos aguantar más, en realidad sí que podemos y la agresividad no nos ayudará a solucionar absolutamente nada. Por lo tanto, actúa con calma frente a los problemas, por ti y por tus hijos.