Al ser humano en general no le gustan los cambios, ni las sorpresas, ni los acontecimientos inesperados. Hasta las sorpresas en navidad son sorpresas planificadas. A nadie le sorprende que le den un regalo sorprendente. Lo que sí sorprendería y resultaría en severos problemas en una relación, sería el hecho de que el novio no regale nada. O algo sorprendente como una aspiradora. Así que cambios dentro de lo esperado están bien, pero cambios más radicales nos hacen sentir incómodos.
Y a los minimalistas también. Porque es humano, porque es lo que nos une.
Así que lo admito francamente (aunque ya sé que no se debería admitir nunca): con tantos cambios en mi vida, aunque lo haya planificado a largo plazo, hay momentos que me aterrorizan mis propias decisiones. ¿Y si no funciona? ¿Y si me falla el conocimiento del español? ¿Y si la crisis continua? ¿Y si no consigo más clientes? ¿Y si de repente el marido tiene que pagar por todo?
Son miedos reales, aunque en gran parte irracionales. Menos mal que la fama de ser productiva, de ser meticulosa, de encontrar siempre una solución tiene el efecto colateral que la gente da por sentado que sé hacia donde voy.
Aunque quizás esta es la diferencia entre alguien que va detrás de sus sueños y alguien que se queda paralizado: algo de planificación y tener plan B. Porque el miedo vendrá. Y vendrá cuando menos te lo esperas (al pagar un café después de una noche de fiesta, o durante una clase en el gimnasio, o al pasar por una gestoría). Pero si sabes bien lo que quieres, tendrás las respuestas pre-fabricadas para tus propios miedos. Y si no tienes plan B, entonces para tu miedo será más tranquilizante aceptar que hay que seguir que reclamar que el plan B es más seguro.
1. Define tu sueño.
¿Cómo quieres que sea tu vida en cinco años? Sueña esta vida con el máximo de detalles: ¿Cuándo te levantas? ¿Cómo pasas el día? ¿En qué trabajas? ¿Con quién? Dónde? ¿Cómo te presentan tus amigos a otras personas? ¿Cuáles son las cosas de las que estás orgullosa? Más detallado que puedes definir el día a día de tu sueño, más fácil será para llegar a ello. Si hace falta, dibújalo. Para que sepas exactamente a donde irás.
2. Haz una lista de tus habilidades y de tus puntos débiles.
Para cada habilidad, anota ejemplos en los que te ha ayudado. Para cada debilidad busca una solución real que puede mitigar el impacto. Una de mis habilidades es explicar con pasión cosas que me importan. Por eso es tan importante que trabaje en algo que me apasione y donde puedo contribuir a que crezca lo bueno en el mundo. Un punto débil es que escribo en español, sin que sea mi idioma. La respuesta ha sido trabajar con alguien que me puede corregir los errores más evidentes antes de que los publique.
3. Traza un camino para llegar a tu sueño, utilizando tus habilidades.
Es como escribir un plan de negocios, solo que el negocio eres tu. Quizás quieras trabajar por ti mismo (en este caso es un plan de negocios de verdad), pero quizás quieres simplemente cambiar de sector, o negociar nuevas condiciones con tu actual empresa (flexibilidad de horario? Un año sabático? …). Define exactamente los pasos que son necesarios para llegar a ello y las implicaciones que tiene.
4. Hazlo. Empieza. Da el primer paso.
Una vez que estés caminando puede que te des cuenta que en realidad tu sueño era otro. Pues ajusta la ruta. Lo importante es que ya estás en camino. Y una vez que estás en movimiento, el miedo se quedará más y más atrás. Recuerda: al miedo le gusta correr, pero también se cansa rápido.
Tener miedo de lo desconocido es lo más normal del mundo. Hay que aceptarlo y vivir con el. No lo puedes cambiar. Pero hay una diferencia crucial entre el miedo y tus posibilidades. El miedo paraliza y no te deja avanzar. Las posibilidades te abrirán otro mundo.
Así que explora tus posibilidades antes de que ataque el miedo. Y con esto sabrás qué contestarle.
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Foto: Hashem Al-Nasser / flickr
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