Escribo para ti,
despejándome los ojos del alma,y arrancándole a la luna
las hermosas melodías de una nana.
Hay poemas en tus ojos que me ofreces,
y me muestras, en tus letras día a día.Los persigo y los acoso como un pobre mendigante,
como el niño que buscaba su refugio en los portalescuando oía la tormenta del verano.
Y es que encuentro la caricia, y el regalo,
que añoraba en cada verso y cada letraque publicas y te leo.
Poco a poco te conozco y te valoro,
por la brisa, que me acercan tus poemas,por el aire que te abraza
y revuelve tus cabellos,
por el rictus soñoliento de tu boca,
por los ojos tan alegres que dormitan en silencio
y hasta siento como vibran tus pupilas.
Me he llegado hasta tu lado
y lo hago en el silencio de la noche,cuando duermen las lechuzas en las ramas de los robles,
cuando callan las aceras y se alteran las resacas de los mares,
cuando buscan los amantes esos ojos
que, cerrados, les encantan y subyugan
con su magia...
Y corremos en los sueños por los bosques
y también por las ciudades.Compartimos ese rezo en un iglesia
mientras vamos observando aquellas frasesque las piedras han dejado en las murallas,
contemplamos a los nidos que hay colgados en las torres y murallas,
a las fuentes cantarinas de las plazas,
al semáforo daltónico de las calles y avenidas,
y volamos y temblamos
alcanzando el universo con la punta de los dedos
en un viaje sin fronteras y sin huellas
que nos lleve hasta el Olimpo
y que nunca nos despierte de este sueño...
Rafael Sánchez Ortega ©
21/02/20