En la pared
quedaron los dibujos
y las legañas.
¡Bendita infancia,
de rosas y claveles
que allí pasó!
Quedaron sueños,
hermosos e inocentes,,
quedaste tú.
De aquella etapa
me quedo con tus dedos
que dibujaban.
Fueron las gotas
llegando de tus ojos
casi invisibles.
Era tu sangre,
con gotas, refundidas
en aquel lienzo.
Ahora te veo,
recuerdo tantas tardes,
te siento en mí.
Yo soy la tela,
la imagen que, tus dedos,
acariciaban.
Yo soy el alma,
la esencia y el suspiro
que te inspiró.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/04/20