Editorial Alfaguara248 páginas
La historia de un soldado veterano de los tercios de Flandes que malvive como espadachín a sueldo en el Madrid del siglo XVII. Sus aventuras peligrosas y apasionantes nos sumergen sin aliento en las intrigas de la Corte de una España corrupta y en decadencia, las emboscadas en callejones oscuros entre el brillo de dos aceros, las tabernas donde Francisco de Quevedo compone sonetos entre pendencias y botellas de vino, o los corrales de comedias donde las representaciones de Lope de Vega terminan a cuchilladas. Todo ello de la mano de personajes entrañables o fascinantes: el joven Íñigo Balboa, el implacable inquisidor fray Emilio Bocanegra, el peligroso asesino Gualterio Malatesta, o el diabólico secretario del rey, Luis de Alquézar. Acción, historia y aventura se dan cita en estas páginas inolvidables.
Leí este libro por primera vez en 1996, año de su publicación. Seguidora incondicional de Arturo Pérez-Reverte, ha caído en mis manos casi todo lo que ha publicado pero tenía una cuenta pendiente como arturista: la saga completa de Las aventuras del Capitán Alatriste, que había dejado a medias. Por eso, cuando el blog LIBERTY CAFE propuso su reto: Homenaje a tu autor favorito, no me lo pensé dos veces. Era la oportunidad perfecta para sacarme esta espinita. Así que aquí estoy, releyendo y reseñando la primera entrega de esta serie que, ¡por fin!^^, prometo completar este año.
El Capitán Alatriste, en mi opinión, es una lectura en la que no es tan importante la historia contada como el modo en que se hace. Con un lenguaje que a veces recuerda el castellano de una época pasada, y constantes alusiones a un barroco español henchido de personajes del calibre de Lope de Vega, Quevedo, el Conde de Olivares... Logramos, en sus poco más de doscientas páginas, viajar en el tiempo y conocer más de cerca el momento de nuestra Historia que cargado de pesimismo, desengaño, penurias..., supuso una ruptura con el esplendor del Renacimiento.
Alatriste se presenta como un hombre frío, distante, aparentemente insensible tal vez fruto de los horrores de la guerra, y digo aparentemente porque es de esas personas cuyo mínimo gesto puede llegar a revelar sutilmente aquello que bulle en su interior y su coraza intenta ocultar. Dice más con lo que calla que con lo que cuenta. Diestro con la espada y con principios, no tanto morales como propios de un caballero de los pies a la cabeza, estamos ante un héroe válido para cualquier época. Por otro lado, tenemos otro protagonista que no podemos olvidar: Iñigo Balboa, el joven a quien Diego Alatriste acoge tras la muerte de su padre en Flandes. Iñigo es nuestro narrador y aunque en esta primera entrega, en mi opinión, lo único que aporta a la historia es su voz, creo que estamos ante la presentación de un personaje que puede dar mucho juego en las secuelas. Enamorado de Angélica de Alquézar, menina de la reina y niña inquietante donde las haya, sospecho que ambos pueden aportar mucho en próximas aventuras.
«−Mucho acero es para derrocharlo tan de mañana, don Francisco −mediaba Diego Alatriste con buen criterio.−Poco me parece a mí −sin quitar ojo a los otros, el poeta se enderezaba el mostacho mostrando con expresión feroz−. Así que seamos generosos: un palmo para cada uno de estos hijosdalgo, que son hijos de algo, sin duda; pero con dudas, hidalgos.»
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«Terminaba justo de escribir la última línea cuando el capitán, que se había levantado a beber un poco de agua de la tinaja, cogió el papel para echarle un vistazo. De pie a mi lado leyó los versos en silencio y luego me miró largamente: una de esas miradas que yo le conocía bien, serenas y prolongadas, tan elocuentes como podían serlo todas aquellas palabras que yo me acostumbré a leer en sus labios aunque nunca las pronunciara.»
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«En realidad el señor de Quevedo iba y venía por la Corte siempre entre dos órdenes de prisión y dos destierros. Quizá por eso, aunque alguna vez compró casas cuyas rentas a menudo le estafaban los administradores, nunca quiso tener morada fija propia en Madrid, y solía alojarse en posadas públicas. Breves treguas hacían las adversidades, y cortos eran los períodos de bonanza con aquel hombre tan singular, coco de sus enemigos y gozo de sus amigos, que lo mismo era solicitado por nobles e ingenios de las letras, que se encontraba, en ocasiones, si un ardite o maravedí en el bolsillo. Mudanzas son éstas de la fortuna, que tanto gusta de mudar, y casi nunca muda para nada bueno.»
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«A ese tiempo infame lo llaman siglo de Oro. Mas lo cierto es que, quienes lo vivimos y sufrimos, de oro vimos poco; y de plata, la justa. Sacrificio estéril, gloriosas derrotas, corrupción, picaresca, miseria y poca vergüenza, de eso sí que tuvimos a espuertas.»
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«El recuerdo de la mano de Lope desaparecerá conmigo cuando yo muera, como también el acento andaluz de Diego de Silva, el sonido de las espuelas de oro de don Francisco al cojear, o la mirada glauca y serena del capitán Alatriste. Pero el eco de sus vidas singulares seguirá resonando mientras existe ese lugar impreciso, mezcla de pueblos, lenguas, historias, sangres y sueños traicionados: ese escenario maravilloso y trágico que llamamos España.»
EL CAPITÁN ALATRISTEArturo y Carlota Pérez-Reverte
¿Habéis leído algún libro de esta serie?¿Y de Reverte? Se dice que a este autor o se le ama o se le odia,¿en que bando estáis? ;)