Sigue el tiempo gris
y eso hace que los días se contagien
de bruma y de tristeza.
Es una pena que en jornadas así,
con las horas de luz y primavera,
no puedan traer un tiempo más apetecible
para dar un paseo,
para poder cerrar los ojos
y aspirar el aire puro de la calle
mientras los oídos se van llenando
de voces y canciones
que la naturaleza ofrece a cada paso.
A través de la ventana
sigo el vuelo de las golondrinas.
También puedo divisar a las vacas
pastando en la campiña,
diviso los bosques de eucaliptus,
veo el humo que sale de la chimenea vecina,
sueño con un paseo en bicicleta,
(hace años que no me subo a una),
y me dejo llevar, por los sueños,
entre las resacas de las olas en la playa.
...Pero abro los ojos
y veo que el silencio me abraza.
La soledad sigue cerca
y me amenaza con su sonrisa traidora.
Me enseña la puerta de la libertad
medio abierta,
me invita a salir a pasear,
a pesar de la lluvia
que llevan las nubes entre sus ojos.
Hay un calma latente que engaña.
Me gustaría escribir para ti,
contarte lo que pasa,
lo que tengo,
lo que ansío.
Quisiera abrirte el corazón
y que pudieras verle tal y como está ahora,
cosido y remendado,
y si acaso, también, me gustaría,
que pudieras hacer una disección
y penetrar hasta el fondo,
al origen de sus latidos,
hasta una criatura pequeña que reía y lloraba,
que aceleraba el bombeo de la sangre
al sentir la llamada de la vida,
el abrazo de la luna y las estrellas,
la pasión de los sentidos
y el beso de unos labios invisibles.
Rafael Sánchez Ortega ©
12/05/20