Una mañana de mayo
vi deslizarse una garza,
con sus alas bien abiertas
en la campiña cercana,
y le envié mi sonrisa
con un beso y sin palabras,
para que fuera a su lado
mi caricia en la mañana,
luego envolví mi silencio
entre la colcha y la cama
para seguir cavilando
y contemplar musarañas,
porque los sueños vacíos
tienen carencias y vagan
entre las aguas bravías
donde se pierden las ganas...
Otra mañana de mayo
volví a ver, en la alborada,
a la garza de hace tiempo
con sus alitas tan largas,
y la sonrisa de antaño
no lucía ya en mi cara,
y unos labios temblorosos
enjuagaban una lágrima,
¿dónde estaba la sonrisa
y aquel verso con su magia,
que animaba los latidos
y la sangre de la cara?
...¡He buscado en todas partes
y no encuentro la mirada,
ni el latido entusiasmado
de aquel tiempo de la infancia!
"...Nueva mañana de mayo
desde el cielo y las montañas
viene una garza a mi encuentro
para ofrecerme sus alas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
15/05/20