No pudo ser,
buscaba entre la nada
las amapolas.
Pero el vacío
dejaba su presencia
y soledad.
Dolor y miedo,
eternas inquietudes
del alma enferma.
Mirada turbia,
sonrisa marchitada,
¿dónde te encuentras?
Miras el mundo
la vida que se escapa
por las esquinas.
Marchas tras ella
y vagas por los sueños
y la utopía.
Pero el presente
te dice que no sigas,
que ya no importa.
Acude el miedo.
Te abraza y te retiene.
Estás vencido.
Entonces lloran
los ojos del otoño
y tú te rindes.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/05/20