La suave voz
del mar en la escollera
deja nostalgias.
Es la resaca
que ofrece en los susurros
mil narraciones.
Vienen las olas
con algas y salitres
hasta la orilla.
Siento el candor
entrando por mis venas
y me estremezco.
Yo vivo aquí,
mirando el horizonte,
desde la aldea.
Puerto pesquero,
de nombre conocido
en todo el norte.
En él, hay hombres,
de rostro muy curtido,
y boina puesta.
Hoy, las traineras,
con cañas y aparejos,
guardan silencio.
Manos y remos
bregando con toletes
también descansan.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/09/20
El mar, la mar, la suave voz que llega a la escollera con las resacas en pleamar, y luego esa voz que se va difuminando a medida de que la marea baja hasta permanecer en silencio durante unas horas. Mas tarde, tras ese descanso vuelve a afinar su voz y suena y llega, entrando con el salitre y las algas hasta venir a dormir en las arenas de la playa...
...Y de fondo una aldea. Un puerto del norte. Cualquiera de los que conozco o me invento en mis sueños. Unos marineros, unas traineras, unos rostros curtidos, sus trajes de mahón, las boinas, los remos...
El mar, la mar...