Calla guitarra
y quédate en silencio,
por un momento.
Deja tu llanto
prendido en las estrellas
por caridad.
Oiré al viento
chocar con los cristales
y entre los robles.
Deja a tus cuerdas
dormir en el vacío
de las tinieblas.
Será la bruma
el lecho que las guarde
y las proteja.
Y tú, guitarra,
te quedarás silente
por unas horas.
Cuando la noche
se muestre, con la luna,
despertarás.
Así las cuerdas
darán un nuevo canto
estremecido.
El alma, ausente,
recobrará su pulso
y vibrará.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/02/21