La tarde huele a lavanda
a salitre y margaritas
mi madre teje en silencio
mientras su pecho suspira.
Vienen gaviotas al puerto
y con ellas golondrinas.
La barra ruge y se altera,
tiene revueltas las tripas.
¡Qué bien teje y con qué arte,
con esas manos benditas,
la madre, que yo recuerdo,
con su carita de niña!
Ella quisiera plasmar
tantos sueños y sonrisas
en el trabajo y el punto
que por sus dedos desliza.
Así aparecen dibujos,
cascabeles y hasta encinas,
porque el mundo de los sueños
busca, en sus manos, la vida.
Yo la recuerdo rezando
una larga letanía,
y aquel rosario piadoso
con sabor a manzanilla.
Y lo hacía sin descanso,
sin perder la sincronía,
de la labor de sus dedos
y aquel rezo en la cocina.
La tarde sigue marchando
de una forma muy tranquila,
y los ojos de mi madre
piden, inquietos, la brisa.
Quieren la rosa sin nombre,,
la azucena prometida,
y el detalle del marino
que al marcharse prometía.
Pero las sombras avanzan
y la noche está cerquita,
hoy no hay flores que se acerquen
y que animen las mejillas.
"...Los recuerdos se amontonan,
se emborronan y se apilan,
de la madre y de la infancia
de un poeta que suspira..."
Rafael Sánchez Ortega ©
03/05/21