El día está gris y me apetece cerrar los ojos.
Quizás necesitaría dormir y buscar ese sueño profundo
que me aleje de la vida.
Pienso que el tiempo pasa muy rápido
y que yo sigo su marcha
como el viajero que, desde la estación,
ve pasar un tren ante sus ojos.
Necesitaría ver un cara,
sentir unos ojos reflejarse en mis pupilas,
oír una voz que pronunciara mi nombre
y encontrar una mano que tomara la mía
y me dijera que "adelante",
que no importa el invierno ni el final del viaje
para seguir viviendo,
para seguir soñando
y para buscar el amor allí,
en los bancos solitarios del parque,
donde los juncos se inclinan por el rocío de la noche,
o en la orilla del mar, junto a la playa.
...Pero restaño una lágrima traidora
que ha venido a mis ojos.
Miro el cielo azul y busco, en la noche,
el parpadeo incesante de las estrellas lejanas.
Hablo con ellas y las escucho.
Me quedo mirando,
con esa mirada inocente de los niños,
y quiero ver a los ángeles volar y cruzar los cielos...
¡Quiero escuchar sus canciones...!
...Pero solo estoy yo,
con mis sueños,
en un lugar apartado del mundo
y hablando, de mi locura,
a las estrellas.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/07/21