Oigo el silencio,
escucho sus palabras
y nada veo.
Son invisibles
las voces que me llegan
con claridad.
Habla de un mundo
distinto y sin complejos,
lleno de vida.
Oigo los pasos
que vienen y se acercan
muy lentamente.
Son del silencio
que arrastra las cadenas
de mi conciencia.
No quedan huellas
ni rastro de su paso
ante mi cuerpo.
Oigo a mi pecho
latir y acelerarse
con la tormenta.
Pero el silencio
es bálsamo sublime
con su respuesta.
Deja palabras
sensatas y sinceras,
desde el silencio.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/08/21