Serás mi cielo,
dijiste suspirando,
mirando al mar.
Y fue aquel manto,
de aguas y de olas,
tu protector.
Cielo de gotas,
plagado de misterios
y de leyendas.
Sobre ese cielo
marchaste por la vida,
hacia la nada.
Tú bien sabías
que solo tu palabra
te acompañaba.
Y aquel susurro,
en forma de monólogo
marchó contigo.
Era el poema
precioso que, tus días,
iban formando.
Eran las letras
que el mundo reclamaba
de tus sentidos.
Era ese cielo
que el fondo de mi pecho
te suplicaba.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/09/21