Darío Mizrahi
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En este mes se celebró el día del niño en varios países sudamericanos. Pero muchos creen que perdió el lugar protegido que lo separaba del adulto. Entérate por qué
“Ya no existe la infancia, sólo hay un prepararse para la adultez. La edad del por qué y las preguntas que antes los chicos hacían, ya no se las formulan a los padres porque están con un aparato que se las contesta”, afirmó la psicoanalista Ana Rozenbaum de Schvartzman, de la Asociación Psicoanalítica Internacional.
Es el Día del Niño, pero parece que ya no hay tanto para celebrar. La infancia habría entrado en la misma crisis que las demás instituciones occidentales, sobre todo la familia. Ninguna pudo soportar las transformaciones del siglo XXI. ¿Qué cambió?
“Se perdió la edad de la inocencia”
El historiador Ignacio Lewkowicz y la semióloga Cristina Corea publicaron en 1999 un libro que anticipaba muchos de los problemas que hoy son más evidentes. En “¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución de la niñez”, los autores cuentan cómo fueron desapareciendo las condiciones sociales que hicieron posible la niñez como es concebida en casi todo el mundo.
El crecimiento de las estadísticas sobre maltrato infantil, el aumento del tráfico de niños y la manera en la que esto se exhibe en los medios de comunicación hacen tambalear la fragilidad de la infancia.
“Hay sectores marginales en los que la familia se encuentra disgregada, no hay referentes positivos y la vida se presenta sin objetivos”, contó Cristina Álvarez, ex vicepresidenta del Instituto Nacional del Niño y el Adolescente de Uruguay.
Pero no es sólo la violencia que sufren los niños lo que pone en cuestión la existencia de la infancia. Hay transformaciones que afectan hasta a las familias más amorosas y que tienen que ver con un cambio en la relación entre padres e hijos.
“Se perdió esa edad de la inocencia. Hoy muchas veces los hijos saben más que los padres porque ven los noticieros y reciben la información sin tener que preguntarle a nadie”, aseguró Rozenbaum de Schvartzman.
Gracias a la fluida circulación de la información y a la multiplicación de los medios que la hacen llegar, como la televisión, Internet y los celulares, los niños acceden a ella sin filtros ni mediaciones.
Los padres, que dedican la mayor parte de su día al trabajo, ya no pueden acompañar a sus hijos en un proceso gradual de aprendizaje de las cuestiones elementales de la vida. Los niños lo hacen solos y demasiado rápido.
“Ya saben de muy chicos cómo nacen los bebés y -según Rozenbaum de Schvartzman- están expuestos a un gran exhibicionismo que los excita antes de la edad en la están en condiciones de absorber esa excitación, en un contexto de desconocimiento del propio cuerpo. Esto descontrola a muchos niños, que se vuelven muy agresivos con los otros y a veces contra sí mismos”.
En parte, esto explicaría que las tasas de suicidios sean mayores entre adolescentes de lo que son en otros grupos de edad.
Pequeños consumidores
“La sociedad de consumo impacta mucho sobre la niñez y la adolescencia. Los niños hoy se sienten disminuidos si no tienen determinado celular o marca de zapatillas”, enfatizó Álvarez.
No es cualquier tipo de información la que llega sin restricciones a los niños. En muchos casos, son mensajes que estimulan el consumo de productos comestibles, ropa o dispositivos tecnológicos.
“Se construye -según Lewkowicz y Corea- la figura del niño como consumidor, y se borran las etapas tradicionalmente establecidas según la edad: niñez, adolescencia, juventud y vejez”.
Los chicos se ven constantemente bombardeados por una cantidad e intensidad de estímulos que eran desconocidos para las generaciones pasadas. Con el agregado de que los padres se ven desautorizados por haber perdido su lugar de saber. Por eso no pueden poner un límite a los crecientes deseos de sus hijos. Esto puede tener consecuencias extremas.
“No poder procesar psíquicamente todos los estímulos eróticos, violentos, de conocimiento o de información a los que están expuestos, los lleva a buscar permanentemente estar cada vez más excitados con algo”, explicó la psicoanalista.
“Entonces -según Álvarez- aparece el consumo de las peores drogas. Desde la pasta base, que mata la ansiedad y da una ilusión de bienestar, hasta el alcohol, que es la más grave porque su consumo está muy generalizado”.
La infancia está en crisis. Eso no significa que los niños ahora sean adultos.
No podrían serlo porque la adultez supone procesos madurativos físicos y psíquicos que no se pueden adquirir en pocos años.
Pero sí quedaron en un espacio indeterminado que representa un gran desafío para los padres y para las principales instituciones, que están obligados a generar nuevas formas de educar a los niños, para que lleguen a la adultez de la mejor forma posible.
Si la infancia dejó de existir, habrá que crear una nueva.