"Y se la bebió de un trago",
decían los testigos,
con labios balbuceantes
y algún que otro suspiro.
Tres pobres parroquianos,
sin nada en los bolsillos,
ni pan para su boca
tomaban allí un vino.
Hablaban de una apuesta,
un día muy festivo,
un trago y otro trago
que dio comienzo al circo.
Taberna del oeste
de alegre colorido,
sin música, y guitarra,
ni discos de vinilo.
El vaso de las once,
el chato de las cinco,
qué importa, si la noche,
sacaba sus cuchillos.
Lo cierto es que la apuesta
surgió de un imprevisto,
un chiste zalamero
y un ojo con un guiño.
Algunos aceptaron
el reto y desafío,
beber de la garrafa
dejando el vaso limpio.
Tomás y Zapatero
lo hicieron al descuido,
Torcuato tuvo eructos
y solo quedó Lino.
El pobre tartamudo,
también barbilampiño,
llevaba sus legañas
cual lentes, al descuido.
Hacía pocos años
dejó de ser un crio,
y ahora, en la taberna,
entró en un compromiso.
Beber de la garrafa,
portarse como un "tío",
y ser como los otros
que ya estaban crecidos...
Por eso fue a la barra,
quitó el tapón del "grifo".
tomando por el cuello
la culpa del delito.
"...Y se la bebió de un trago",
decían los malditos,
testigos de ese crimen
de aquel valiente Lino.
El caso es que sus dedos
buscaron, con cariño,
la jarra de lejía
tomándola por vino.
Y entonces un volcán
surgió sin él pedirlo,
rasgando sus entrañas
así como intestinos.
¡Qué llantos derramaron,
aquellos mal amigos,
y todo por la apuesta
de un trago y de Avelino!
Rafael Sánchez Ortega ©
07/11/21