Hoy me pongo a escribir para ti
y dejo que mis letras salgan solas.
Que digan lo que quieran,
así podrán hablarte de la luna
que ahora brilla en el cielo
mientras cae la escarcha
y un círculo blanco la adorna y acompaña.
También podrán hablarte de la mar y las mareas,
con las olas que van con su resaca incesante
y que viene a dormir en la playa.
Con las gotas divinas de esas olas
que acogen y besan a otras gotas que bajan del cielo
y se funden entre las ondas y océanos.
...Y te hablaré de mi y mis pequeñas cosas,
de los rincones de mi alma tan escarpados y oscuros,
de los suspiros de mis labios
con cientos de besos retenidos,
de la angustia de mis ojos cuando buscan tu sombra
y persiguen tus pasos invisibles.
Porque tu eres la pequeña flor de primavera
que crece y luce sus vestidos en los jardines
y las plazas,
en las campiñas y florestas,
junto a las rosas y las jaras.
Entre trigales y caminos,
al lado de iglesias centenarias,
recubriendo sus paredes y sus tapias.
Y también eres la flor dulce y dorada del otoño,
la que aguanta impertérrita el estío,
la que cubre con sus pétalos de seda
ese cáliz de cariño y hermosura
mientras a lo lejos, una voz de niña hermosa
clama y recita unos poemas,
les da vida y los transforma
y los trae hasta mi oído ya cansado,
con esa voz y esos versos
que adormece y estremece mi alma.
Eres tú la brisa dulce del otoño
que se acerca paso a paso en un septiembre,
la que acuna con sus rizos tantas barcas en el agua,
tantos ojos vacilantes, en la tierra,
la que calma las pasiones de las almas
y les deja la frescura de la vida.
Rafael Sánchez Ortega ©
23/01/22
(Pertenece a un texto encontrado y sin publicar de fecha 20/09/10)