Siempre tuve miedo de iniciar el tratamiento. Me habían dicho que era practicamente un martirio, pero bueno, no podía vivir toda una vida con mis dientes así de torcidos. Algo había que hacer.
Así que decidí ponerme brackets, a mis 26 años de edad. Me dolió mucho, pero lo hice, y ya estaba acostumbrándome a la idea de llevarlos encima las 24 horas del día. Hasta que, comencé a sufrir desmayos extraños que me obligaron a tomar con urgencia una resonancia magnética. Si, resonancia "Magnética", es decir, debía quitarme cualquier tipo de elemento metálico de mi cuerpo si es que quería realmente descartar cualquier enfermedad de gravedad. Bueno, era mi salud ante todo, así que con el dolor de mis dientes (y mi bolsillo) me los sacaron con la promesa de volver a ponérmelos tan pronto como me haya recuperado.
Allí fue que me diagnosticaron Síndrome de Meniere, y quedó eliminada la posibilidad de que tenga cualquier enfermedad más compleja o incluso cancer. Me sentí más aliviado que nunca.
Habiendo ya descartado cualquier enfermedad de gravedad, finalmente pude volver a colocarlos. Esta vez me dolió menos que en la primera oportunidad, aunque soy consciente que nuevamente estaré una semana adolorido y comiendo puré de papas O_O... Los interesante de este nuevo proceso doloroso es que ahora ya se muy bien que el dolor va a pasar muy pronto. Todo duele al principio, pero en un abrir y cerrar de ojos, terminas acostumbrándote y empiezas a superarlo. El dolor se va.
La analogía de los brackets me hizo reflexionar sobre esos momentos en los que algo me hace sentir mal y desgraciado, y pienso que jamás se me pasará. Buen punto.
Gracias, Brackets!
M.
Enviado desde mi BlackBerry de Claro.