Posted: 13 Aug 2018 06:57 AM PDT
Un hogar equilibrado es fuente de bienestar, un sitio al que siempre nos apetece regresar porque encontramos el refugio y apoyo que necesitamos.
Sin embargo, un hogar tóxico genera malestar y nos convierte en personas más vulnerables a enfermar, tanto a nivel físico como psicológico, es un sitio donde nos sentimos mal y del que sólo quisiéramos huir.
Entornos mentalmente tóxicos
El concepto de “entornos mentales tóxicos” fue propuesto por Kalle Lasn. Hace 30 años, se produjo un fuerte movimiento “verde” motivado por la creciente preocupación de las personas por el hecho de que la toxicidad del medioambiente pudiera enfermarlas.
LAS ACTITUDES Y HÁBITOS QUE DEBEMOS DESTERRAR DE LOS HOGARES
1. Los gritos
Los gritos comienzan siendo excepcionales pero pueden convertirse en la norma. Sucede sin que nos demos cuenta. Un día gritas porque crees que no te entienden, al día siguiente porque piensas que no te escuchan y al otro porque quieres tener la razón a toda costa.
Así se convierten en pan cotidiano. Sin embargo, los gritos esconden el germen de la violencia. Implican el deseo de imponer el poder y avasallar al otro. Sus consecuencias para los niños son aún peores.
Es importante cultivar la empatía y la asertividad. Los gritos siempre son una muestra de la incapacidad para gestionar la situación.
2. La hostilidad
Si entras en casa y de repente sientes como si un peso cayera sobre tus hombros, es probable que se deba a que se respira un ambiente de hostilidad. Hay hogares en los que no hay entusiasmo, donde las personas casi nunca se dedican una sonrisa sino que, al contrario, muestran actitudes hostiles y actúan como si los demás fueran sus adversarios. En estos hogares prima la ley del más fuerte, por lo que es muy difícil encontrar reposo y tranquilidad.¿Cómo solucionarlo? Cuando el hogar se convierte en un campo de batalla, no hay ganadores, todos pierden porque se rompe el equilibrio.
Por eso, es importante centrarse en solucionar los problemas, más que en buscar culpables.
3. El drama
En la vida atravesamos momentos dramáticos. Sin embargo, cuando el hogar se convierte en un drama cotidiano, la desesperanza, la frustración y la depresión no tardan en sentar casa.Ese dramatismo suele provenir de personas que siempre encuentran un problema para cada solución, que se centran solo en los aspectos negativos de la vida y que han hecho de las quejas su modo de vida.
¿Cómo solucionarlo? Adoptando una actitud más positiva, que también terminará siendo contagiosa y puede contrarrestar las actitudes negativas de los demás.
Es importante hacerle ver a esa persona, sin atacarla ni criticarla, cómo sus actitudes dañan a todos y crean un clima emocional muy negativo.
4. El caos
El espacio donde pasas varias horas al día termina influyendo en tu estado de ánimo. Por eso, un espacio desorganizado y caótico puede terminar provocando ese mismo caos mental, es un espacio donde no apetece estar y que genera estrés. Se ha apreciado que cuando estamos inmersos en entornos desorganizados y caóticos, nuestro cerebro tiene más dificultades para procesar la información, lo que produce una sensación de sobrecarga, afecta nuestra productividad y aumenta la ansiedad y el estrés. No obstante, esa confusión no se refiere únicamente al espacio físico sino también a la falta de reglas que garanticen una convivencia fluida entre los miembros del hogar.¿Cómo solucionarlo? Es importante que en todo hogar reine el orden y que existan unas normas de convivencia, aunque sean implícitas, de manera que cada quien conozca los límites que no debe traspasar.
5. La desvalorización
Si en el seno del hogar no se valora, aprecia y respeta a sus miembros, es difícil que estos logren desarrollar una buena autoestima y tengan la seguridad necesaria para afrontar la vida.Existen muchas formas de desvalorización, desde no reconocer los esfuerzos de la persona hasta minimizar continuamente sus logros o incluso pasarlos por alto. En algunos hogares se crean dinámicas muy nocivas en las que se etiqueta a uno de los miembros como la "oveja negra" de la familia o el chivo expiatorio.
¿Cómo solucionarlo? Cada persona es única, y la debemos valorar por ello. No debemos pedirle peras al olmo sino aprender a centrarnos en sus puntos fuertes y en lo que las hace especiales.
Cada quien brilla con luz propia, debemos cerciorarnos de alimentar esa luz, no de apagarla.