Diario de León | Martes, 22 de mayo de 2012
TRES VISIONES DE CONJUNTO
Siempre oímos delante otra canción
POR JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
Tengo entre las manos una antología de poetas de Castilla y León. No es la primera. Recuerdo, a vuela pluma, las tituladas Once poetas del siglo XX en Castilla y León (1999), de Tomás Sánchez Santiago, y El ala de la meseta. Antología de poetas de Castilla y León (2003), de César Augusto Ayuso. Las dos fueron reseñadas en Filandón. La que ahora reseño se debe a Fernando Sabido Sánchez y su mismo título indica que es copiosa en el número: 50 poetas contemporáneos de Castilla y León. Se trata, por lo tanto, de un panorama que quiere ser abarcador. El orden de aparición de los poetas no es cronológico, como en la mayoría de antologías, que siguen la sucesión generacional, sino alfabética, y no por apellidos, según costumbre, sino por el nombre, de modo que los primeros son Agustín Delgado y Agustín García Calvo, y el último Tomás Sánchez Santiago. Entre esos nombres, poetas como Amalia Iglesias, Amparo Carballo, Andrés Trapiello, Ángeles Fernangómez –una leonesa que ha co-publicado un par de libros de poemas-, Colinas, Ayuso, Eloísa Otero, Fermín Herrero, Ildefonso Rodríguez, J. L. García Herrero, J. L. Rodríguez, Mestre, Llamazares, Casado, P. López Carballo, Pilar Blanco..., y así hasta 50. Creo haber citado entre estos nombres a todos los leoneses de la antología y algunos más.
¿Criterios? Uno básico: «Un primer paso para dar a conocer a los poetas contemporáneos que nacieron aquí y posteriormente a aquellos que aún viniendo de fuera escriben y trabajan en esta comunidad». ¿Cómo es posible, entonces, olvidarse de Gamoneda, que desde los tres años de edad vive en León? ¿Por qué dejar fuera a Nora? Sé que hablar de ausencias es fácil, pero yo echo de menos a poetas esenciales como Gaspar Moisés Gómez o José Luis Puerto. Por lo demás, la antología presenta biobibliográficamente por extenso a cada poeta, fruto sin duda de un arduo esfuerzo, aunque después a cada poeta se le asigne una sola página de textos. En todo caso, la antología es buena puerta de entrada, no sólo al patio de la poesía de nuestra tierra, sino a la casa mayor de la poesía en lengua española, de aquí o de allá. Por eso, también como entrada a la antología, quiero terminar con un poema breve de Sánchez Santiago titulado «El río de los amigos», que me gusta entender que somos todos, poetas y lectores: «Nosotros pisábamos la tierra pensando / y la misma luz envolvía al regreso / el viejo tronco de los árboles / y el rostro de los amigos».