Darío Mizrahi
www.infobae.com
Nuevas
tendencias están alterando la vida cotidiana y las costumbres a gran
velocidad. Entérate de las oportunidades y los riesgos de estos
cambios. Mira la lista completa
1. El
individualismo
“Antes, la
tradición, la Iglesia, el Estado o la familia dictaban las ofertas
de futuro personal. Hoy cada uno tiene derecho a elegir quién
quiere ser. La paradoja es que se ve obligado a ello, lo cual genera
miedos”, dice en diálogo con Infobae América la doctora en
psicología Pilar Medina Bravo, profesora de comunicación de la
Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, España.
Probablemente sea
el cambio más importante, porque influye sobre todos los demás, y
todavía no sabemos hasta dónde llegará.
Lo que está
claro es que la sociedad deja de imponerse sobre los individuos, a
los que se les reconocen cada vez más libertades.
2. El rechazo a
la religión
La función
principal de la religión era darle un sentido a la vida, decirle a
las personas qué estaba bien y qué mal. Si ahora eso los individuos
lo tienen que resolver por su cuenta, ¿qué lugar le queda a las
instituciones religiosas?
“Ahora cada
uno es responsable de trabajar para construir el sentido de su vida.
Es fácil prever que surjan un montón de soledades, de
inseguridades, de búsquedas, de mixturas de creencias y de
prácticas. Se puede vestir hippie, escuchar hip-hop, creer en
Dios y tener la cabeza rapada, por dar un ejemplo caricaturesco”,
afirma el sociólogo Alexis Sossa Rojas, de la Universidad Arturo
Prat de Iquique, Chile.
3. El estrés
“El sistema
económico favorece que los individuos depositen su interés de vida
en el éxito profesional. Como puedes optar, tienes la
responsabilidad de asumir lo que hayas elegido, y también el posible
fracaso. Y ahí navegarás solo”, cuenta Medina Bravo.
Que cada uno pueda
elegir a qué dedicarse puede evitar las frustraciones de los que no
pudieron ser lo que deseaban porque sus padres les impusieron lo que
tenían que ser. Pero, como el éxito profesional nunca es
permanente, la presión por retenerlo puede ser devastadora.
4. Las redes
sociales y las nuevas formas de comunicación
“Las tecnologías
seducen y a veces nos dejamos arrastrar por ellas. Son útiles. Por
ejemplo, puedes hacer un vínculo a partir de un contacto de
Facebook, o puedes mantenerlo si se fue a otra parte del mundo, pero
un contacto no es un vínculo”, dice Medina Bravo.
Por confundir
amigos virtuales con amigos reales, muchas personas creyeron que
podían compartir intimidades con personas que no conocían
demasiado. Al ver las consecuencias negativas de eso, algunos
empiezan a tomar precauciones para evitarse malos momentos.
Por otro lado está
el exceso de información, que se actualiza y se renueva sin
parar, en algunos casos saturando a las personas.
“Estamos obesos
de consumo e hiperinformados, pero anoréxicos de crítica. No
podemos parar a reflexionar sobre lo que hacemos por el exceso de
información”, dice a Infobae América el filósofo Carlos
Fajardo Fajardo, de la Universidad del Cauca, Colombia.
5. Lo privado
hecho público
“Hay mucha
seducción por la exhibición de la intimidad. Es como un Gran
Hermano brutal. Parece que ya no se puede hablar de recato o pudor,
porque se lo considera como algo excesivamente tradicionalista”,
asegura la especialista en comunicación.
Pero como son
nuevas formas de relacionarse, Medina Bravo considera que lo que hoy
parece fuera de control se irá regulando con el tiempo. “No va a
seguir siendo así porque hay gente que ya se está empezando a
asustar un poco”.
6. La
televisión y la homogeneización cultural
La novedad de la
televisión de fines del siglo pasado es que consiguió generar
gustos similares en distintos sectores sociales. Así, personas de
todos los estratos miran los mismos programas, escuchan la misma
música y consumen productos del mismo tipo.
“Los medios
generan un despotismo de consumo
en el que no tenemos ni siquiera capacidad de resistir, sino que lo
aceptamos deliciosamente”, explica Fajardo Fajardo.
7. El cuidado
del cuerpo
Muchas personas
entienden que llevar una vida sana es una forma de espiritualidad o
de compromiso social. Son ejemplos el vegetarianismo y el veganismo.
Pero otra cara del fenómeno es la obsesión por la estética, por
estar delgados, como se ve en dos enfermedades muy contemporáneas:
la bulimia y la anorexia.
“Hay una cultura
de maquillajes y pasarela. El rescate del cuidado del cuerpo es una
forma de no naufragar ante la ausencia de estabilidad. No pienses
por ti mismo, sino en ti mismo. Pero eso se ha vuelto simulacro.
Nos hemos vuelto empresarios de la apariencia: nuestro cuerpo
es vendible, usable y reemplazable. Es un cuerpo para exhibir”,
sostiene Fajardo Fajardo.
8. La juventud
eterna
“Hay una
exaltación de la juventud. Vivimos la tiranía de pasar la mayor
parte de la vida envejeciendo, pero queriendo ser jóvenes. La
sabiduría ya no vende, y si no eres joven al menos tienes que
parecerlo. Pero esta preocupación también es posible por la
tecnología. Si no existiera el lifting y otras técnicas de
rejuvenecimiento, nadie pensaría en hacer algo parecido”, explicó
Medina Bravo.
Lo mismo cree
Sossa Rojas. “Existe un mercado que promueve discursos de juventud,
belleza, delgadez, como sinónimos de éxito sexual, social, incluso
familiar. Por ello, se da la tendencia que nadie quiere envejecer,
tener grasa, y también, que existan grandes angustias personales si
no se consigue calzar con estas ideas”.
9. La
conciencia ambiental
A otra de las
cosas que los ciudadanos de todo el mundo tuvieron que acostumbrarse
es al temor a sufrir una catástrofe natural. Esto tiene mucho que
ver con la difusión del daño que el hombre le provoca al planeta.
Por eso cada vez más personas, individualmente, hacen pequeñas
cosas en defensa del medio ambiente.
“El
individualismo -dice Sossa Rojas- es también un proceso moral, por
ello, el principio es que más allá de pertenecer a un grupo, yo
valgo porque soy persona, y por ello puedo participar de grupos
ecologistas, o a nivel individual cooperar con el ambiente. Por
ejemplo, reciclando”.
10. La
inseguridad
“Hay personas
que sienten que no pueden aferrarse a nada. Que nadie los va a salvar
y que no hay compromisos de los de arriba hacia los de abajo. Y eso
crea un sentimiento fuerte de indefensión”, explica Medina
Bravo.
Esto aparece como
una consecuencia de todos los cambios que se vienen produciendo, que
hacen tambalear a muchas de nuestras anteriores certezas. Pero son
procesos contradictorios.
“No adoptaría
una postura pesimista, de suponer que el pasado fue mejor. Es cierto
que la tradición daba seguridad, pero a costa de reducir la libertad
de elección”, concluye Medina Bravo.