Te vi temblando,
pequeña mariposas
y me enfadé.
¿Qué pudo ser
la causa de tu susto?
me preguntaba.
Te di la mano
y en ella te posaste
con tu dulzura.
Era algo mágico,
tenerte entre mis dedos
en ese instante.
Quise calmarte.
Te hablé como una amiga,
para animarte.
Y fuimos juntos
a sitios, escondidos,
en la ribera.
El mar rompía
sus olas en la costa
salvajemente.
Y nos mojaron
sus gotas con salitre
sin darnos cuenta.
Fue una sorpresa
que tú le agradeciste
moviendo el cuerpo.
Y te alejaste,
volaste de mi lado
a otros lugares.
Cerré los ojos.
Me dije que los sueños
duran muy poco.
Pero "no importa",
si el sueño es un poema,
merece un verso.
Rafael Sánchez Ortega ©
15/07/22