Tras una tarde,
de juerga y veraneo,
llega la noche.
Se apaga el alma,
se encogen las sonrisas,
tiemblan los ojos.
Y nos quedamos
a solas con recuerdos
que son diversos.
Hay cosas bellas
que alegran a los labios
y al corazón.
Hay otras tibias
que son como agridulces
sabiendo a poco.
Otras, heladas,
congelan los sentidos
y las palabras.
Hay muchas tardes
y noches, que nos marcan,
y nos señalan.
Y allí quedamos
dudando de los sueños
y de nosotros.
Hasta que un día
tú llegas y rescatas
mi indiferencia.
Rafael Sánchez Ortega ©
05/08/22