Hablan las piedras
y cuentan mil leyendas
de su pasado.
Están gastadas,
un tanto erosionadas
por agua y viento.
Sin duda, acusan,
el paso de los días
que deja el tiempo.
Yo las escucho,
me pierdo en sus relatos
y hasta los sueño.
Ellas crearon
un mundo en que los hombres
fueran felices.
En él podían
vivir con sus familias
y hasta rezar.
Casas, castillos,
iglesias, torreones,
ventas y aldeas.
Viejas canteras
surtieron estas piedras
que ahora contemplo.
Pero el sudor
del hombre y su cincel
lo hizo posible.
Hoy son recuerdos,
vestigios de un pasado
que sigue vivo.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/08/22